El lado Siniestro de las Plantas
Beatriz Moragues dijo:
Las plantas son grandes desconocidas. En este artículo intentaremos acercarnos a su parte más profunda, fascinante y misteriosa.
Cuando termines de leer este artículo, es posible que nunca vuelvas a mirar a las plantas como lo hacías antes, como seres estáticos con una vida simple y limitada. Te darás cuenta de todo lo que desconocemos de estos seres con los que compartimos el planeta y que, además, ya estaban aquí antes que nosotros y seguirán cuando nosotros ya no estemos.
Las plantas nos han proporcionado infinidad de conocimientos. Tanto antiguamente como en la actualidad, han sido y siguen siendo un pozo sin fin de aprendizaje.
El ser humano descubrió en épocas pretéritas que algunas plantas eran beneficiosas para sus dolencias, y que le aliviaban tanto un dolor de cabeza como un problema en la piel.
El gran avance y éxito de la medicina occidental ha propiciado desgraciadamente que se ignore y se deseche en gran medida estos conocimientos ancestrales.
Jagadish Chandra Bose
Chandra Bose, de nacionalidad india, fue un físico, botánico y arqueólogo, entre otras cosas, que realizó curiosos experimentos con plantas.
Empezando el siglo XX inventó un aparato al que llamó crescógrafo, que le permitía medir el crecimiento de las plantas y sus reacciones ante ciertos estímulos. Según este estudioso, las plantas sienten dolor y se percatan del ambiente que las rodea, influyéndoles positiva o negativamente.
Sus investigaciones no tuvieron una buena acogida por parte de la ciencia, a pesar de que la prestigiosa revista Nature publicó casi una treintena de sus artículos.
Cleve Backster
En 1966, el norteamericano Cleve Backster, agente de la CIA y experto en interrogatorios, decidió utilizar el polígrafo o detector de mentiras en plantas.
Sus investigaciones le llevaron a la conclusión de que las plantas parecen tener algún tipo de conexión mental con sus dueños y que son capaces de sentir miedo.
Experimentos de Backster - ¿Sienten las plantas?
Todo este tiempo hemos creído que son organismos simples y sin sentimientos, pero las investigaciones señalan que la vida de una planta puede ir mucho más allá de lo evidente.
En 1966, Backster, famoso técnico en la detección de mentiras a través de un galvanómetro, tuvo el impulso de conectar sus electrodos a las hojas de su dracena, y seguir su reacción ante el agua vertida sobre sus raíces. Ante su asombro, la gráfica descendió describiendo una línea sumamente dentada; ¿sería posible que la planta fuese capaz de exteriorizar emociones?
La manera más eficiente para provocar en un ser humano una reacción lo bastante fuerte como para que el galvanómetro salte, es amenazarle con poner en peligro su bienestar. Esto fue precisamente lo que decidió hacer Backster a la planta: introdujo una hoja de la drácena en su taza de café caliente; el galvanómetro no registró nada, reflexionó un momento y se le ocurrió una amenaza mayor, quemar la hoja a la que había aplicado los electrodos. En el momento mismo en que lo había pensado y antes de que marchase a buscar el fósforo, la gráfica describió una prolongada línea ascendente. Backster no se había movido ni hacia la planta ni hacia la grabadora, ¿sería posible que la drácena estuviese leyendo su pensamiento?
Salió de la habitación y volvió con algunos fósforos, observando entonces que la gráfica había registrado otro trazo brusco hacia arriba, indudablemente causado por su determinación de llevar a la práctica la amenaza que había pensado. Se dispuso a quemar la hoja. Esta vez se marcó en la gráfica una reacción más baja. Cuando de hecho comenzó a realizar los movimientos de intentar quemar las hojas, no hubo reacción alguna. La planta parecía capaz de poder distinguir entre un intento verdadero y otro simulado.
Backster comprobó además que cuando las plantas se veían amenazadas irremediablemente, recurrían a la pérdida del “sentido”. Así, su planta no reaccionaba ante ningún estímulo en presencia de un amigo fisiológico, cuyo trabajo requería destruir plantas para obtener su extracto seco.
La “memoria” de la planta
Para averiguar si las plantas poseían cierta forma de memoria, iniciaron un plan según el cual Backster iba a intentar identificar al asesino secreto de una planta. Seis estudiantes, con los ojos vendados, fueron sacando papeles doblados de un sombrero, en uno de los cuales se daban instrucciones para arrancar, pisotear y destruir completamente una de las dos plantas que había en una habitación cercana. El “asesino” tenía que cometer el crimen en secreto, sólo la otra planta sería testigo.
Conectando la planta superviviente con un polígrafo y haciendo que desfilasen los alumnos uno a uno ante ella, Backster logró identificar al culpable, pues tan sólo en presencia de uno de los estudiantes la planta describió en el polígrafo una curva frenética de movimiento; después, el estudiante confirmó que él había sido el “asesino”.
En otra serie de observaciones, Backster notó que parecía crearse una especie de comunión o vínculo de afinidad entre una planta y su cuidador, cualquiera que fuese la distancia que los separara. Llegó a esta apreciación mediante cronómetros y anotando todas sus actividades durante el día, comprobando luego cómo la curva descrita por el polígrafo coincidía con las diferentes emociones que vivió a lo largo del día.
Vogel, un científico, inspirado en las experiencias de Backster, dispuso tres hojas en la cabecera de su cama y todas las mañanas, durante un minuto, exhortaba amorosamente a dos de ellas a seguir viviendo, mientras que a la otra la ignoraba deliberadamente.
Después de una semana, esta última estaba marchita, y en cambio las otras se mostraban lozanas. Otro día invitó a un psicólogo a su casa; la planta de la habitación que tenía un polígrafo conectado, tuvo una reacción instantánea e intensa y de repente se quedó como muerta. Al preguntar Vogel al psicólogo qué era lo que había pensado, éste le contestó que había comparado mentalmente al filolendro de Vogel con uno que él tenía en casa, y pensó lo inferior que era el de Vogel al suyo.
En forma evidente, tan cruelmente herida se mostró la planta de Vogel “en sus sentimientos”, que se negó a reaccionar durante el resto del día; de hecho, estuvo sombría y malhumorada casi dos semanas. No le quedó duda de que las plantas podían tener aversión a los pensamientos de los humanos.
Empatía con otros seres
Esto no sólo se comprobó con seres humanos; Backster pudo demostrar cumplidamente a un grupo de estudiantes de la Universidad de Yale, que los movimientos de una araña en la habitación en una planta que estaba conectada con su equipo, podían originar cambios dramáticos en la gráfica producida por la planta, por ejemplo, justo antes de que la araña escapase de un intento humano de limitar sus movimientos. “Parecía -comentaba Backster- como si la planta captase cada una de las decisiones de huir de la araña, causando una reacción en la hoja”.
En cierta ocasión, Backster se cortó un dedo y se lo untó de yodo; la planta que estaba siendo observada por medio del polígrafo, reaccionó inmediatamente; al parecer, ante la muerte de algunas células de su dedo.
En otra ocasión, apareció un rasgo especial cuando Backster se preparaba para tomar una taza de yogur; aquello le extrañó y desorientó, hasta que averiguó que había una sustancia química protectora en el dulce en conserva que mezclaba con el yogur, la cual estaba destruyendo algunos de sus bacilos vivos. También se explicó los rasgos peculiares que se obtenían en la gráfica cuando se echaba agua caliente al fregadero y se mataba a las bacterias que allí estaban.
Facultades mayores
“La facultad de sentir -asegura Backster- no parece acabar en el nivel celular. Puede extenderse al molecular, al atómico y hasta al subatómico. Concluyendo, todas las clases de seres que han sido considerados convencionalmente inanimados, acaso necesiten una reevaluación”
Estos experimentos fueron repetidos por numerosos investigadores, y en ellos se determinó que las plantas tienen una sensibilidad paralela a la de los seres humanos, que les permite percibir sus sentimientos para con ellos y sus diferentes estados emocionales, y aun reaccionar frente a éstos con una cierta autonomía.
Esta relación con los seres humanos es sólo una parte de su comunicación con el Cosmos, pudiendo percibir los cambios estacionales y el movimiento de los astros con toda claridad. Así Mairan, en 1720, observó con sorpresa que la puesta del sol parecía ser la causa de que la mimosa púdica plegase sus hojas, lo mismo que cuando las tocaba con la mano.
Introdujo las mimosas en un armario y al observarlas al mediodía, comprobó que sus hojas estaban completamente abiertas, pero cuando se volvió a ocultar el sol, se cerraron igual que las del salón. Es decir, las plantas sentían al sol aunque no lo viesen.
La vida secreta de las plantas
Todos los investigadores de esta faceta misteriosa del mundo vegetal han llegado a similares conclusiones.
- Que las plantas sienten angustia ante ciertos animales.
- Que se sienten bien cuando se las riega.
- Que experimentan temor ante actos violentos.
- Que parecen tener algún tipo de conexión mental con sus dueños.
- Que la música les influye.
Hechos no comprobados científicamente
Para concluir, hemos de ser honestos y aclarar que este tipo de hechos no están comprobados científicamente. Pero quizá en un futuro se hagan más investigaciones al respecto y nos quedemos sorprendidos al descubrir el universo secreto de las plantas.
Algunos estudiosos afirman que el sonido de un bosque ardiendo es espantoso, y aunque no fuese así, es obvio que cuanto más armónica sea la relación que tengamos con la naturaleza más agradable será nuestra vida a nivel global. Por lo tanto, a pesar de que los hechos que se exponen en este artículo no estén suficientemente investigados, quizá sea conveniente no olvidar nunca que las plantas también son seres vivos.
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