Hacia el año 20.000 antes de nuestra Era, el clima empieza a experimentar lentas pero muy profundas modificaciones. La Tierra se recalienta, los glaciares que cubrían parte de Europa se deshielan retirándose hacia el norte. El paisaje se transforma poco a poco: el nivel de los océanos sube, regiones antes habitables son inundadas; la selva se extiende; el deshielo obliga a grandes rebaños a desplazarse. Todos estos cambios someten a los pueblos de entonces (hace unos 10.000 años) a pruebas frecuentemente insalvables. Quienes logran salir triunfantes de dichas pruebas deben adaptarse a las nuevas condiciones que les impone la naturaleza.
El final del período paleolítico va a durar al menos dos mil años. No fue instantáneamente como los cazadores se pusieron a cultivar el suelo, a criar animales, a construir casas, a formara aldeas. Para sobrevivir y vencer fue preciso que desde un comienzo el hombre estuviera poderosamente armado, que dominase el ataque a distancia, que conociera los venenos, las trampas, los remedios. Necesitará esos veinte siglos para, a fuerza de astucia y de paciente observación, lograr dominar a los animales a los que hasta entonces cazaba y para conseguir uncirlos y hacerles trabajar para él.
Así mismo, a fuerza de desplazarse tras la caza, el hombre ha saboreado, experimentando, seleccionando todas las plantas que encontraba a su paso. No fue casualidad que primero cultivase el trigo y la cebada, ni que la oveja, la cabra y la vaca fuesen los primeros animales domésticos de la historia. Todo lo contrario: fue el fruto de una experiencia pacientemente transmitida y progresivamente perfeccionada al contacto con el animal y con la naturaleza.
Un cambio en las condiciones naturales (que pudo consistir en una progresiva aridez del clima o una disminución de la caza) obligó al hombre de las cavernas, eminentemente cazador, a buscar otros medios de subsistencia.
Al darse cuenta de que pueden cultivar cereales, guardar la cosecha y criar animales domésticos, aquellos hombres provocan un decisivo cambio de la civilización: hacen que ésta dé un gigantesco salto hacia delante. Dejan tras sí las incertidumbres de la vida como cazadores, obligados a seguir a los rebaños. Al mismo tiempo que la agricultura, descubren las ventajas de la vida sedentaria y los inconvenientes derivados de la necesaria vigilancia de sus cosechas. Abandonan las grutas y se van a vivir en cabañas, que se transformarán poco a poco en viviendas cada vez más confortables. Aparecen las aldeas; se organiza la vida social; la ganadería aporta un complemento indispensable; la cerámica ofrece a las primeras amas de casa la posibilidad, hasta entonces insospechada, de variar sus menús. Es un primer paso (pero un paso de gigantes) hacia la gastronomía, hasta entonces limitada a la carne asada.El nacimiento de la agricultura es uno de los episodios más fecundos de la historia de la humanidad. Esta evolución, aparentemente simple, se produjo hacia el año 8.000 antes de nuestra Era en el Próximo Oriente, en el Valle del Nilo y, varios milenios después, en China, en México y en Perú,... alcanzando el occidente europeo hacia el año 3.000 antes de nuestra Era. Antes de transformarse en agricultores, los hombres vivían explotando al máximo -como los animales salvajes- los recursos que les brindaba la naturaleza. E, igual que los animales, se adaptaban a su medio sin apenas modificarlo.
La agricultura va a transformarlo todo. El hombre se pone a cambiar el medio natural siempre que le convenga, favoreciendo el crecimiento de plantas comestibles relativamente escasas, como el trigo o la cebada, e impidiendo la proliferación de las plantas que considera "parásitas". Tras haber formado un entorno acorde con sus necesidades, el hombre lo extiende: tala los bosques, irriga nuevas tierras, incluso conquista las colinas disponiéndolas en terrazas.
Son numerosas las leyendas sobre los orígenes de la agricultura y la ganadería. Pero se ignora cómo pasaron realmente los hombres del estadio de la simple recolección al de la agricultura. Los chinos atribuyen a su emperador Chen Noug, "el divino labrador", los méritos de su invención.
Los más antiguos indicios de agricultura se remontan aproximadamente al año 8.000 antes de nuestra Era. Uno de los antepasados del trigo actual, el Triticum dicoccoides, se consumía ya mucho antes de esa fecha. Pero su cultivo sistemático no se inició hasta hace 10.000 años, en el Próximo Oriente, al mismo tiempo que se desarrollaban las técnicas propias de su conservación y de la siembra.
El trigo, la cebada, los guisantes y las lentejas fueron las primeras plantas cultivadas por el hombre. Luego se añadieron varios frutos, higos, albaricoques, almendras, dátiles, aceitunas, uvas. En ciertos meses, el régimen podía ser rico y variado. El aceite de oliva, el vino y luego la cerveza aportaron su sabor a ese surtido magnífico, enriquecido con la carne de animales salvajes o domésticos.
En América, la epopeya de la agricultura se remonta al año 7.000 antes de nuestra Era. En unos milenios, el maíz, la patata, las judías, la mandioca, la calabaza... se propagan desde los altiplanos andinos hasta las grandes llanuras húmedas. La nuez de coco y diversas clases de pimientos sazonan esos productos; aparecen también las bebidas alcohólicas.
Obligados a vivir siempre en el mismo sitio para sembrar, regar, segar y almacenar sus cosechas, los hombres neolíticos edifican cabañas sencillas. Poco a poco, esas humildes moradas de una seguridad relativa son sustituidas por construcciones más elaboradas. El estudio de los primeros pasos de la arquitectura constituye otro capítulo fascinante de la historia de la evolución humana.
Se utilizan los materiales de construcción más diversos: cañas y hojas; postes y piedras, cubiertos con pieles de animales. En diversas regiones se encuentran paredes de barro, losas de arenisca, madera y yeso; en ciertos casos, las cabañas pueden ser desplazadas fácilmente o sólo se usan para almacenar alimentos.
Pero el verdadero confort sólo llega muy lenta y fatigosamente. La vida comunitaria en una misma sala, a menudo exigua, se prolongará durante siglos antes de ceder paso a "villas" de varias habitaciones, con patio interior (donde la familia trabaja y guarda los animales). La verdadera cocina, equipada con uno o varios hornos que permiten preparar comidas calientes y fabricar pan, aparecerá mucho después.
La célula familiar tradicional abarcaba probablemente a los hijos casados y a sus mujeres y niños. La importancia de esta concepción se refleja en la forma de las viviendas y de sus dependencias.
La vida aldeana está, al principio del neolítico, profundamente marcada por el espíritu colectivo. Sin poder comunicarse más que con gente que vive a escasos kilómetros, las aldeas basan su existencia en el aprovechamiento de las tierras arables y en la protección, por los individuos más valientes, de los bienes adquiridos.
Pero enseguida comenzaron a diferenciarse los habitantes de una misma aldea; las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz auténticos talleres, donde los aldeanos se convirtieron en especialistas: alfareros, ceramistas, fabricantes de utensilios y de armas.
El desarrollo de diversas técnicas, hecho posible por la vida organizada de la aldea, hace nacer y propagarse una noción esencial: el comercio. En todos los lugares en que hay condiciones favorables se extienden las aglomeraciones y, sobre todo, se establecen las comunicaciones gracias a los carros de cuatro ruedas, tirados por animales domésticos. También la vida social evoluciona, manifestándose en una diferenciación cada vez más visible entre los individuos.
No sabemos el momento exacto en que los aldeanos comenzaron a guardar en cautividad animales destinados al consumo: ¿pertenecen a animales salvajes o bien a animales domésticos muchos de los huesos encontrados? Sin embargo, sabemos que la oveja y la cabra ( y, poco después, los bóvidos) son los primeros animales que compartieron la vida del hombre, desde hace 10.000 años.
Así, poco a poco, el hombre sedentario decide comer carne cuando le place; dispone también de leche de cabras y ovejas, leche que bebe tal cual o que transforma en queso. La familia neolítica goza desde entonces de un régimen alimenticio mucho mejor.
Terrible, agresivo, vigoroso, el aurochs (o buey salvaje) es domesticado algo más tarde, pero su conquista permitirá al hombre franquear una nueva etapa importante: la utilización del animal para arrastrar los carros, arar la tierra, roturar el bosque. Para el campesino neolítico,esto representa un incalculable ahorro de tiempo y de energía.
Innovadores infatigables, con una inventiva y una habilidad que a veces confunde la imaginación, los hombres de la época neolítica son auténticos pioneros: hicieron que la humanidad franquease una etapa decisiva. Nadie a levantado un monumento en honor de ellos; sin embargo, ocupan un lugar preponderante en la historia humana.
Indudablemente, la aparición de la cerámica, hace unos 8.000 años, transformó por completo el género de vida de los hombres de entonces. Casi en todas partes (en el Próximo Oriente, en Egipto, en Europa), la cerámica apareció al mismo tiempo que la agricultura y la ganadería. Los antiguos alfareros ignoraban las técnicas del modelado, del torneado y de la cocción que fueron elaboradas milenios después. Su principal objetivo era fabricar, empleando un material fácil de trabajar y abundante, objetos útiles, resistentes al fuego y en los que se pudieran conservar el agua, el aceite, los alimentos. Durante mucho tiempo, la cocción se realizaba de una manera muy sencilla: el artesano colocaba sobre el suelo las piezas que quería cocer y el combustible (paja, cañas, ramas finas); entremezclado todo ello, le prendía fuego y lo recubría durante la cocción para evitar la pérdida de calor y el enfriamiento brusco que habría resquebrajado la pieza.
Un descubrimiento revolucionario va a permitir a los alfareros renovar completamente su arte: la rueda. Y la primera aplicación práctica conocida de la rueda es el torno. Al principio, el torno, un simple disco de madera que giraba sobre su eje, era accionado a mano; pero pronto es accionado con los pies, que hacen girar un segundo disco, solidario con el primero. Paralelamente, el trabajo de la cocción se perfecciona, hasta llegar, hacia el milenio -III, a la construcción de hornos cerrados.
La cerámica ordinaria, de color pardo, rojo, gris, se diversifica rápidamente. Aparece una gama de colores cada vez mayor y formas muy variadas, según el uso: ánforas alargadas para el vino, vasijas ovaladas para el aceite, jarras panzudas para el grano, copas y cuencos, platos y fuentes. Además de objetos utilitarios, los alfareros fabricaban estatuillas, modelos de casas y de barcas destinados a las ofrendas mortuorias. Pero la cerámica permite también elaborar un sistema preciso de medidas, sistema que facilitará los intercambios y ejercerá una influencia indudable en el desarrollo de la vida social; las balanzas, aparecidas algo más tarde facilitarán este conjunto.
El trigo y la cebada fueron los primeros cereales cultivados por el hombre. La agricultura fue "inventada" varias veces y en diversos lugares, y las técnicas empleadas estuvieron ampliamente condicionadas por el clima de las diferentes regiones.
El instrumento más "primitivo" utilizado para sembrar es la azada, que se encuentra principalmente en Egipto en América parece que no se conocía. Se compone de dos piezas de madera: el mango y la parte que trabaja el suelo, puntiaguda o plana. Con el curso de los siglos dará origen al arado. De él se han encontrado diversos tipos de madera, con dos estevas, tirado por los hombres hasta que éstos aprendieron a uncirlo a los animales; la reja metálica aumentará su eficacia y su durabilidad. En Egipto, el trigo se sembraba en tierra húmeda; el arado, cuya misión era hundir el grano, no abrir surcos, seguía al sembrador. Además, el suelo debía mullirse con la azada de dos, tres o cuatro dientes, que primero levantaba y luego allanaba la tierra.
El instrumento tradicional de siega es la hoz dentada, hecha de madera y con dientes de sílex (después de metal). Cortadas y reunidas en gavillas, las espigas se desgranan golpeándolas con un mayal o triturándolas entre dos piedras; luego se criban los granos para separarlos de la paja y del cascabillo, tarea frecuentemente encomendadas a las mujeres. El almacenamiento de los cereales se hace en silos: simples hoyos excavados en el suelo, que luego se perfeccionan para proteger mejor su contenido contra la humedad y los roedores.
Los hornos de los panaderos aparecieron al mismo tiempo que los de los alfareros; el pan solía cocerse en dos etapas, con un tiempo de reposo para permitir que la masa se esponjase. Al final del neolítico, los egipcios conocían 15 clases de pan.
Los agricultores neolíticos vivían cerca de ríos o de lagos, donde los terrenos se prestaban más al cultivo y donde el clima era más favorable. Sin embargo, cuando los campos se extendieron -y, por tanto, se alejaron del agua-, fue preciso alimentarlos; en numerosas regiones se han encontrado canales para la conducción del agua. Documentos de la época testimonian la utilización de diversos sistemas de riego: El shaduf, que aún se usa actualmente, permite subir el agua hasta una altura de tres metros con un caudal máximo de 2 litros por segundo.
Se utilizaba ya en Egipto y en Mesopotamia hace 5.000 años, esencialmente para regar los huertos; en India y China se cavaban pozos para aprovechar las aguas profundas. En la Alta Asia captaban el agua de los glaciares y la conducían a los oasis mediante canales construidos bajo tierra, para así evitar la evaporación del agua durante el trayecto. A lo largo de los grandes ríos (Tigris, Eúfrates, Nilo), el agua de las crecidas anuales era recogida, retenida con diques e inundaba los campos durante uno o dos meses, lo suficiente para impregnar las tierras.
El tejido aparece en Europa hacia el año 5.000 antes de nuestra era. Los fragmentos de tejidos y los husos encontrados en los yacimientos de esta época demuestran que el lino se cultivó en una fecha tan remota como los cereales; el cuero se empleó también para confeccionar vestidos junto con telas tejidas. el algodón, de origen indio, se cultivó desde el milenio III antes de nuestra era; el cáñamo parece contemporáneo del lino, al menos en Egipto.
El tejido de la lana, a pesar de lo antigua que es la cría de la oveja, está mucho menos extendido que el del lino, debido probablemente a razones religiosas.
El tejido, oficio femenino por excelencia,a era conocido también por los hombres, que lo practicaban para fabricar redes de pesca o de caza. Pero la tarea del tejido es considerada incluso como una creación, como una especie de parto; numerosos ritos o fórmulas acompañaban el instante en que la tejedora cortaba los hilos que unían al telar el tejido terminado. Este telar neolítico es aún muy primitivo. Unas veces vertical y otras horizontal, se compone de dos piezas de madera cuya distancia determina la longitud del tejido. Se han hallado abundantes husos y contrapesos de piedra.
Abundante en Europa y en Oriente, el cobre es el primer metal usado corrientemente en la época neolítica, hacia el 4.000 antes de nuestra Era. Tenía múltiples aplicaciones: utensilios (agujas, anzuelos, azadas, pinzas, hachas, tijeras), armas (cuchillos, arpones, dagas), instrumentos de cocina (fuentes, copas, vasos, barreños), joyas (anillos, brazaletes) y objetos de culto (estatuillas, objetos rituales). El cobre puede encontrarse en estado nativo (puro), o en forma de mineral, cuyo contenido es bastante débil: de un 10 a un 15% de metal puro. Las minas se explotan a cielo abierto; si el filón desciende, se cava un pozo. Las galerías no aparecen hasta mucho más tarde.
La extracción del metal se realiza en hornos muy sencillos: son cilindros de mampostería, abiertos por arriba y con respiraderos por abajo para activar la combustión. Según sus dimensiones, permiten tratar una masa de entre 2 y 3 metros cúbicos de mineral.
El cobre así obtenido es tosco. Contiene impurezas y escorias. Para afinarlo, se le vuelve a fundir luego una o más veces, hasta obtener la pureza deseada. El trabajo del cobre se hace después por dos procedimientos: el vaciado en moldes (para los grandes utensilios) y el martilleo, que endurece el metal.
Por otra parte, el agua constituye un medio de comunicación muy práctico, utilizado desde el período paleolítico, hace unos 15.000 años. Las primeras representaciones de barcos datan del año 5.000 a.C.
Las formas de las embarcaciones dependen directamente del empleo al que son destinadas y las aguas en las que van a navegar: de la piragua a los navíos de alta mar, el paso es inmenso. En cuanto a los materiales de construcción, su variedad es grande: haces de cañas, papiros (Asia, Egipto), troncos vaciados, planchas o vigas enlazadas (Europa), cortezas de árbol o piles cosidas sobre un armazón de madera (Escandinavia)...
Aún hoy, en pleno siglo XXI, mientras los agricultores modernos utilizan cosechadoras-trilladoras o aviones pulverizadores de fertilizantes, millones de seres humanos trabajan hoy sus tierras como lo hicieran antaño sus lejanos antepasados prehistóricos.
En Etiopía, por ejemplo, se usan arados de madera decorados cuya forma recuerda la de los arados que usaban los egipcios hace 7.000 años. En India y otros países de Asia se cultiva aún el arroz de forma idéntica a como se hacía hace 6.000 años. Algunos pueblos de América del Sur trituran sus cereales sobre una solera con ayuda de una muela de moler idéntica a las que inventaron en el VI milenio.
En Filipinas, en la isla de Mindanao, existe aún la tribu de los tasadais. En un aislamiento completo, los tasadais viven como sus lejanos antepasados, en pequeños grupos de 20 o 25 individuos. Fabrican y usan instrumentos de piedra. Gracias a ellos, y a otros pueblos actuales llamados "primitivos", es posible volver la vista atrás y hacerse una idea de cómo vivían en sus tierras los primeros campesinos: de cómo vivía el hombre hace 6.000 ó 7.000 años.
Publicado por Juan Antonio Cerpa Niño
El final del período paleolítico va a durar al menos dos mil años. No fue instantáneamente como los cazadores se pusieron a cultivar el suelo, a criar animales, a construir casas, a formara aldeas. Para sobrevivir y vencer fue preciso que desde un comienzo el hombre estuviera poderosamente armado, que dominase el ataque a distancia, que conociera los venenos, las trampas, los remedios. Necesitará esos veinte siglos para, a fuerza de astucia y de paciente observación, lograr dominar a los animales a los que hasta entonces cazaba y para conseguir uncirlos y hacerles trabajar para él.
Así mismo, a fuerza de desplazarse tras la caza, el hombre ha saboreado, experimentando, seleccionando todas las plantas que encontraba a su paso. No fue casualidad que primero cultivase el trigo y la cebada, ni que la oveja, la cabra y la vaca fuesen los primeros animales domésticos de la historia. Todo lo contrario: fue el fruto de una experiencia pacientemente transmitida y progresivamente perfeccionada al contacto con el animal y con la naturaleza.
Un cambio en las condiciones naturales (que pudo consistir en una progresiva aridez del clima o una disminución de la caza) obligó al hombre de las cavernas, eminentemente cazador, a buscar otros medios de subsistencia.
Al darse cuenta de que pueden cultivar cereales, guardar la cosecha y criar animales domésticos, aquellos hombres provocan un decisivo cambio de la civilización: hacen que ésta dé un gigantesco salto hacia delante. Dejan tras sí las incertidumbres de la vida como cazadores, obligados a seguir a los rebaños. Al mismo tiempo que la agricultura, descubren las ventajas de la vida sedentaria y los inconvenientes derivados de la necesaria vigilancia de sus cosechas. Abandonan las grutas y se van a vivir en cabañas, que se transformarán poco a poco en viviendas cada vez más confortables. Aparecen las aldeas; se organiza la vida social; la ganadería aporta un complemento indispensable; la cerámica ofrece a las primeras amas de casa la posibilidad, hasta entonces insospechada, de variar sus menús. Es un primer paso (pero un paso de gigantes) hacia la gastronomía, hasta entonces limitada a la carne asada.El nacimiento de la agricultura es uno de los episodios más fecundos de la historia de la humanidad. Esta evolución, aparentemente simple, se produjo hacia el año 8.000 antes de nuestra Era en el Próximo Oriente, en el Valle del Nilo y, varios milenios después, en China, en México y en Perú,... alcanzando el occidente europeo hacia el año 3.000 antes de nuestra Era. Antes de transformarse en agricultores, los hombres vivían explotando al máximo -como los animales salvajes- los recursos que les brindaba la naturaleza. E, igual que los animales, se adaptaban a su medio sin apenas modificarlo.
La agricultura va a transformarlo todo. El hombre se pone a cambiar el medio natural siempre que le convenga, favoreciendo el crecimiento de plantas comestibles relativamente escasas, como el trigo o la cebada, e impidiendo la proliferación de las plantas que considera "parásitas". Tras haber formado un entorno acorde con sus necesidades, el hombre lo extiende: tala los bosques, irriga nuevas tierras, incluso conquista las colinas disponiéndolas en terrazas.
Son numerosas las leyendas sobre los orígenes de la agricultura y la ganadería. Pero se ignora cómo pasaron realmente los hombres del estadio de la simple recolección al de la agricultura. Los chinos atribuyen a su emperador Chen Noug, "el divino labrador", los méritos de su invención.
Los más antiguos indicios de agricultura se remontan aproximadamente al año 8.000 antes de nuestra Era. Uno de los antepasados del trigo actual, el Triticum dicoccoides, se consumía ya mucho antes de esa fecha. Pero su cultivo sistemático no se inició hasta hace 10.000 años, en el Próximo Oriente, al mismo tiempo que se desarrollaban las técnicas propias de su conservación y de la siembra.
El trigo, la cebada, los guisantes y las lentejas fueron las primeras plantas cultivadas por el hombre. Luego se añadieron varios frutos, higos, albaricoques, almendras, dátiles, aceitunas, uvas. En ciertos meses, el régimen podía ser rico y variado. El aceite de oliva, el vino y luego la cerveza aportaron su sabor a ese surtido magnífico, enriquecido con la carne de animales salvajes o domésticos.
En América, la epopeya de la agricultura se remonta al año 7.000 antes de nuestra Era. En unos milenios, el maíz, la patata, las judías, la mandioca, la calabaza... se propagan desde los altiplanos andinos hasta las grandes llanuras húmedas. La nuez de coco y diversas clases de pimientos sazonan esos productos; aparecen también las bebidas alcohólicas.
Obligados a vivir siempre en el mismo sitio para sembrar, regar, segar y almacenar sus cosechas, los hombres neolíticos edifican cabañas sencillas. Poco a poco, esas humildes moradas de una seguridad relativa son sustituidas por construcciones más elaboradas. El estudio de los primeros pasos de la arquitectura constituye otro capítulo fascinante de la historia de la evolución humana.
Se utilizan los materiales de construcción más diversos: cañas y hojas; postes y piedras, cubiertos con pieles de animales. En diversas regiones se encuentran paredes de barro, losas de arenisca, madera y yeso; en ciertos casos, las cabañas pueden ser desplazadas fácilmente o sólo se usan para almacenar alimentos.
Pero el verdadero confort sólo llega muy lenta y fatigosamente. La vida comunitaria en una misma sala, a menudo exigua, se prolongará durante siglos antes de ceder paso a "villas" de varias habitaciones, con patio interior (donde la familia trabaja y guarda los animales). La verdadera cocina, equipada con uno o varios hornos que permiten preparar comidas calientes y fabricar pan, aparecerá mucho después.
La célula familiar tradicional abarcaba probablemente a los hijos casados y a sus mujeres y niños. La importancia de esta concepción se refleja en la forma de las viviendas y de sus dependencias.
La vida aldeana está, al principio del neolítico, profundamente marcada por el espíritu colectivo. Sin poder comunicarse más que con gente que vive a escasos kilómetros, las aldeas basan su existencia en el aprovechamiento de las tierras arables y en la protección, por los individuos más valientes, de los bienes adquiridos.
Pero enseguida comenzaron a diferenciarse los habitantes de una misma aldea; las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz auténticos talleres, donde los aldeanos se convirtieron en especialistas: alfareros, ceramistas, fabricantes de utensilios y de armas.
El desarrollo de diversas técnicas, hecho posible por la vida organizada de la aldea, hace nacer y propagarse una noción esencial: el comercio. En todos los lugares en que hay condiciones favorables se extienden las aglomeraciones y, sobre todo, se establecen las comunicaciones gracias a los carros de cuatro ruedas, tirados por animales domésticos. También la vida social evoluciona, manifestándose en una diferenciación cada vez más visible entre los individuos.
No sabemos el momento exacto en que los aldeanos comenzaron a guardar en cautividad animales destinados al consumo: ¿pertenecen a animales salvajes o bien a animales domésticos muchos de los huesos encontrados? Sin embargo, sabemos que la oveja y la cabra ( y, poco después, los bóvidos) son los primeros animales que compartieron la vida del hombre, desde hace 10.000 años.
Así, poco a poco, el hombre sedentario decide comer carne cuando le place; dispone también de leche de cabras y ovejas, leche que bebe tal cual o que transforma en queso. La familia neolítica goza desde entonces de un régimen alimenticio mucho mejor.
Terrible, agresivo, vigoroso, el aurochs (o buey salvaje) es domesticado algo más tarde, pero su conquista permitirá al hombre franquear una nueva etapa importante: la utilización del animal para arrastrar los carros, arar la tierra, roturar el bosque. Para el campesino neolítico,esto representa un incalculable ahorro de tiempo y de energía.
Innovadores infatigables, con una inventiva y una habilidad que a veces confunde la imaginación, los hombres de la época neolítica son auténticos pioneros: hicieron que la humanidad franquease una etapa decisiva. Nadie a levantado un monumento en honor de ellos; sin embargo, ocupan un lugar preponderante en la historia humana.
Indudablemente, la aparición de la cerámica, hace unos 8.000 años, transformó por completo el género de vida de los hombres de entonces. Casi en todas partes (en el Próximo Oriente, en Egipto, en Europa), la cerámica apareció al mismo tiempo que la agricultura y la ganadería. Los antiguos alfareros ignoraban las técnicas del modelado, del torneado y de la cocción que fueron elaboradas milenios después. Su principal objetivo era fabricar, empleando un material fácil de trabajar y abundante, objetos útiles, resistentes al fuego y en los que se pudieran conservar el agua, el aceite, los alimentos. Durante mucho tiempo, la cocción se realizaba de una manera muy sencilla: el artesano colocaba sobre el suelo las piezas que quería cocer y el combustible (paja, cañas, ramas finas); entremezclado todo ello, le prendía fuego y lo recubría durante la cocción para evitar la pérdida de calor y el enfriamiento brusco que habría resquebrajado la pieza.
Un descubrimiento revolucionario va a permitir a los alfareros renovar completamente su arte: la rueda. Y la primera aplicación práctica conocida de la rueda es el torno. Al principio, el torno, un simple disco de madera que giraba sobre su eje, era accionado a mano; pero pronto es accionado con los pies, que hacen girar un segundo disco, solidario con el primero. Paralelamente, el trabajo de la cocción se perfecciona, hasta llegar, hacia el milenio -III, a la construcción de hornos cerrados.
La cerámica ordinaria, de color pardo, rojo, gris, se diversifica rápidamente. Aparece una gama de colores cada vez mayor y formas muy variadas, según el uso: ánforas alargadas para el vino, vasijas ovaladas para el aceite, jarras panzudas para el grano, copas y cuencos, platos y fuentes. Además de objetos utilitarios, los alfareros fabricaban estatuillas, modelos de casas y de barcas destinados a las ofrendas mortuorias. Pero la cerámica permite también elaborar un sistema preciso de medidas, sistema que facilitará los intercambios y ejercerá una influencia indudable en el desarrollo de la vida social; las balanzas, aparecidas algo más tarde facilitarán este conjunto.
El trigo y la cebada fueron los primeros cereales cultivados por el hombre. La agricultura fue "inventada" varias veces y en diversos lugares, y las técnicas empleadas estuvieron ampliamente condicionadas por el clima de las diferentes regiones.
El instrumento más "primitivo" utilizado para sembrar es la azada, que se encuentra principalmente en Egipto en América parece que no se conocía. Se compone de dos piezas de madera: el mango y la parte que trabaja el suelo, puntiaguda o plana. Con el curso de los siglos dará origen al arado. De él se han encontrado diversos tipos de madera, con dos estevas, tirado por los hombres hasta que éstos aprendieron a uncirlo a los animales; la reja metálica aumentará su eficacia y su durabilidad. En Egipto, el trigo se sembraba en tierra húmeda; el arado, cuya misión era hundir el grano, no abrir surcos, seguía al sembrador. Además, el suelo debía mullirse con la azada de dos, tres o cuatro dientes, que primero levantaba y luego allanaba la tierra.
El instrumento tradicional de siega es la hoz dentada, hecha de madera y con dientes de sílex (después de metal). Cortadas y reunidas en gavillas, las espigas se desgranan golpeándolas con un mayal o triturándolas entre dos piedras; luego se criban los granos para separarlos de la paja y del cascabillo, tarea frecuentemente encomendadas a las mujeres. El almacenamiento de los cereales se hace en silos: simples hoyos excavados en el suelo, que luego se perfeccionan para proteger mejor su contenido contra la humedad y los roedores.
Los hornos de los panaderos aparecieron al mismo tiempo que los de los alfareros; el pan solía cocerse en dos etapas, con un tiempo de reposo para permitir que la masa se esponjase. Al final del neolítico, los egipcios conocían 15 clases de pan.
Los agricultores neolíticos vivían cerca de ríos o de lagos, donde los terrenos se prestaban más al cultivo y donde el clima era más favorable. Sin embargo, cuando los campos se extendieron -y, por tanto, se alejaron del agua-, fue preciso alimentarlos; en numerosas regiones se han encontrado canales para la conducción del agua. Documentos de la época testimonian la utilización de diversos sistemas de riego: El shaduf, que aún se usa actualmente, permite subir el agua hasta una altura de tres metros con un caudal máximo de 2 litros por segundo.
Se utilizaba ya en Egipto y en Mesopotamia hace 5.000 años, esencialmente para regar los huertos; en India y China se cavaban pozos para aprovechar las aguas profundas. En la Alta Asia captaban el agua de los glaciares y la conducían a los oasis mediante canales construidos bajo tierra, para así evitar la evaporación del agua durante el trayecto. A lo largo de los grandes ríos (Tigris, Eúfrates, Nilo), el agua de las crecidas anuales era recogida, retenida con diques e inundaba los campos durante uno o dos meses, lo suficiente para impregnar las tierras.
El tejido aparece en Europa hacia el año 5.000 antes de nuestra era. Los fragmentos de tejidos y los husos encontrados en los yacimientos de esta época demuestran que el lino se cultivó en una fecha tan remota como los cereales; el cuero se empleó también para confeccionar vestidos junto con telas tejidas. el algodón, de origen indio, se cultivó desde el milenio III antes de nuestra era; el cáñamo parece contemporáneo del lino, al menos en Egipto.
El tejido de la lana, a pesar de lo antigua que es la cría de la oveja, está mucho menos extendido que el del lino, debido probablemente a razones religiosas.
El tejido, oficio femenino por excelencia,a era conocido también por los hombres, que lo practicaban para fabricar redes de pesca o de caza. Pero la tarea del tejido es considerada incluso como una creación, como una especie de parto; numerosos ritos o fórmulas acompañaban el instante en que la tejedora cortaba los hilos que unían al telar el tejido terminado. Este telar neolítico es aún muy primitivo. Unas veces vertical y otras horizontal, se compone de dos piezas de madera cuya distancia determina la longitud del tejido. Se han hallado abundantes husos y contrapesos de piedra.
Abundante en Europa y en Oriente, el cobre es el primer metal usado corrientemente en la época neolítica, hacia el 4.000 antes de nuestra Era. Tenía múltiples aplicaciones: utensilios (agujas, anzuelos, azadas, pinzas, hachas, tijeras), armas (cuchillos, arpones, dagas), instrumentos de cocina (fuentes, copas, vasos, barreños), joyas (anillos, brazaletes) y objetos de culto (estatuillas, objetos rituales). El cobre puede encontrarse en estado nativo (puro), o en forma de mineral, cuyo contenido es bastante débil: de un 10 a un 15% de metal puro. Las minas se explotan a cielo abierto; si el filón desciende, se cava un pozo. Las galerías no aparecen hasta mucho más tarde.
La extracción del metal se realiza en hornos muy sencillos: son cilindros de mampostería, abiertos por arriba y con respiraderos por abajo para activar la combustión. Según sus dimensiones, permiten tratar una masa de entre 2 y 3 metros cúbicos de mineral.
El cobre así obtenido es tosco. Contiene impurezas y escorias. Para afinarlo, se le vuelve a fundir luego una o más veces, hasta obtener la pureza deseada. El trabajo del cobre se hace después por dos procedimientos: el vaciado en moldes (para los grandes utensilios) y el martilleo, que endurece el metal.
Por otra parte, el agua constituye un medio de comunicación muy práctico, utilizado desde el período paleolítico, hace unos 15.000 años. Las primeras representaciones de barcos datan del año 5.000 a.C.
Las formas de las embarcaciones dependen directamente del empleo al que son destinadas y las aguas en las que van a navegar: de la piragua a los navíos de alta mar, el paso es inmenso. En cuanto a los materiales de construcción, su variedad es grande: haces de cañas, papiros (Asia, Egipto), troncos vaciados, planchas o vigas enlazadas (Europa), cortezas de árbol o piles cosidas sobre un armazón de madera (Escandinavia)...
Aún hoy, en pleno siglo XXI, mientras los agricultores modernos utilizan cosechadoras-trilladoras o aviones pulverizadores de fertilizantes, millones de seres humanos trabajan hoy sus tierras como lo hicieran antaño sus lejanos antepasados prehistóricos.
En Etiopía, por ejemplo, se usan arados de madera decorados cuya forma recuerda la de los arados que usaban los egipcios hace 7.000 años. En India y otros países de Asia se cultiva aún el arroz de forma idéntica a como se hacía hace 6.000 años. Algunos pueblos de América del Sur trituran sus cereales sobre una solera con ayuda de una muela de moler idéntica a las que inventaron en el VI milenio.
En Filipinas, en la isla de Mindanao, existe aún la tribu de los tasadais. En un aislamiento completo, los tasadais viven como sus lejanos antepasados, en pequeños grupos de 20 o 25 individuos. Fabrican y usan instrumentos de piedra. Gracias a ellos, y a otros pueblos actuales llamados "primitivos", es posible volver la vista atrás y hacerse una idea de cómo vivían en sus tierras los primeros campesinos: de cómo vivía el hombre hace 6.000 ó 7.000 años.
Publicado por Juan Antonio Cerpa Niño
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