Por siglos, los antiguos indios Pech de Olancho sostuvieron la leyenda de “Kaha Kamasa” o la “Ciudad Blanca”, un enclave sagrado o centro principal del reino desaparecido de Tlapalan también conocido como “el lugar antiguo en donde la aurora se origina”. Supuestamente era una soberbia fortificación construida en piedra en medio de las peligrosas selvas de la Mosquitia, en Honduras.
Aunque las noticias de esa ciudad perdida se remontan a las observaciones que hiciera en 1544 el obispo de Honduras, Cristobal de Pedraza llegando inclusive a compartir el resultado de sus expediciones al mismísimo Rey de España, sin duda el hecho que más popularidad otorgó al enigma de Ciudad Blanca fue la publicación del libro “The City of the Monkey God”, obra del explorador norteamericano Theodore Morde, quien aseguró haber estado en el enclave secreto pudiendo ver en él pirámides y extrañas estatuas entre ellas la de un “Mono”, por ello el nombre del libro erigidas sobre solitarias arenas blancas. Morde guardaría celosamente la ubicación exacta de su descubrimiento con la intención de volver más tarde a Ciudad Blanca con una expedición oficial guiada por él mismo, con la condición de ser él quien supervisara todo para que ningún “saqueador de tesoros” se haga un festín. No obstante, el explorador no se imaginaba que la muerte le sorprendería a mitad de sus proyectos. Morde sería misteriosamente atropellado por un automóvil mientras caminaba en los alrededores del Instituto Británico, entidad que, paradójicamente, lo iba a financiar en aquella nueva y ambiciosa expedición a Ciudad Blanca. Se habló entonces de conspiración y se dijo incluso que el propio Morde era un agente infiltrado de la CIA que no debió anunciar su hallazgo de 1939. Como fuere, luego de su muerte, el Instituto Británico llevó a cabo sin Morde las expediciones a la Mosquitia. Pero todas fracasaron. ¿Qué buscaban realmente?
Resulta inquietante saber que Morde asociaba al presunto “Dios-Mono” de Ciudad Blanca con la deidad hindú “Hanuman”. Se preguntaba si allí había un símbolo común entre tan dispares culturas que pudiera darle una pista hacia el secreto del enclave centroamericano. Además, algunas tradiciones ya señalaban a Ciudad Blanca como el lugar secreto de donde salió el mismísimo Kukulkán, el misterioso hombre barbado que guió a los olmecas y a los mayas, y que no pocos estudiosos asocian al Quetzalcoatl de los Aztecas. ¿Será posible?
Los indios Pech recuerdan que Ciudad Blanca fue creada por el relámpago y el trueno bajo el poder sobrenatural de su dios Wata. En esa presunta ciudad sagrada, dicen, se habrían depositado piedras enormes en donde se tallaron figuras de animales y seres humanos a escala natural, muy similar al panorama que nos hubiese mostrado hace 500 años el templo inca del Qoricancha, en el Cusco, con sus relucientes estatuas de oro puro. La similitud de esta descripción con la imagen que ofrecía el templo solar Inca en Cusco es como mínimo sospechosa. ¿Hubo alguna conexión entre Ciudad Blanca y antiguas culturas sudamericanas? Suena alucinante e improbable. Sin embargo, los más ancianos de la estirpe Pech cuenta lo siguiente:
“HACE UNOS 500 AÑOS LLEGARON A LA MOSQUITIA, AL ÁREA DEL RIÓ PLÁTANO, UNOS SEIS MIL COLONOS, PROVENIENTES SEGÚN NOS HAN DICHO DE LUGARES DE LO QUE HOY CONOCEMOS COMO SUDAMÉRICA. LA PRIMERA COLONIA FUE FUNDADA EN UN LUGAR QUE NOSOTROS LLAMAMOS CHILMECA, LOCALIZADA CERCA DE CASA BLANCA. NUESTROS MAYORES NOS RELATAN QUE ELLOS NACIERON Y CRECIERON EN UNA CIUDAD LABRADA EN PIEDRAS BLANCAS Y QUE POR ESO LE LLAMABAN CASA BLANCA”.
“…FUE CONSTRUIDA POR LOS DIOSES, QUE TRANSFORMARON GIGANTES PIEDRAS EN DIVERSAS FIGURAS, ANÍMALES SALVAJES Y GIGANTES ARTEFACTOS DE PROCESAR GRANOS”.(HISTORIA PECH SEGÚN RELATOS DE DON DIVIO, RESIDENTE EN LAS MARÍAS, 1999)
Los indios prosiguen el relato afirmando que Ciudad Blanca habría perdido el camino y por ello los “dioses” castigaron a sus habitantes con sequías, plagas y pestes. Dicen que es un lugar prohibido al que “no se debe llegar”. Además, afirman que Ciudad Blanca habría sido edificada por seres cósmicos para ser el enclave sagrado de los Patatahua, los antepasados primitivos de los propios indios Pech. Pero pese a todo ello la ciudad fue abandonada luego del castigo divino, y presuntamente sigue allí, enterrada en las selvas de Honduras.
La posible ubicación y la conexión maya
El 19 de octubre de 1997 el diario británico The Sunday Times publicó una fotografía satelital que levantaría el velo de la posible ubicación de Ciudad Blanca en la Reserva del Río Plátano, en la Mosquitia hondureña. Fue el punto de partida para diversas expediciones que trataron de dar con el enclave arqueológico. Pero la mayoría fracasó, salvo el caso de la SEPHA, que sigue en deuda con los estudiosos para presentar más datos sobre el publicitado y cuestionado hallazgo
A este mito de la Ciudad Blanca se le conoce como el de “la Ciudad de los Antiguos” o “Cerro de la Palmera”. También se le llama Wahia-Patatahua, que en el dialecto Pech significaría “la aldea de los antepasados, la aldea de los primitivos”. Los indios dicen que si alguien ve la ciudad, con suerte, podrá regresar de su odisea, pero no la volverá a encontrar nuevamente ya que este centro sagrado se halla protegido por “los Antiguos”.
Al margen del resultado de estas expediciones, es importante poner en relieve que las tradiciones Pech apuntaban al mismo lugar que sugerían las imágenes satelitales. Los indios ponían en el mapa el mismo punto como el origen de sus ancestros y una posterior migración abandonando Ciudad Blanca “río abajo”.
Como bien apuntó en su momento el investigador hondureño Kenneth Alvarenga, los indios Pech daban a entender que la ciudad se hallaba hacia el sur o río arriba, desde donde salieron. Si seguimos el río Plátano hacia el sur, obedeciendo esta pista, veremos que nos lleva diagonalmente hacia el departamento de Colón. Es en esta región donde convergen los departamentos de Gracias a Dios y Colón, y en donde el fallecido historiador hondureño Medardo Mejía pensaba que se encontraba Ciudad Blanca. Todo parece coincidir. Y hay que decir que el mismo Mejía adelantó que el descubrimiento de Ciudad Blanca revelaría “un centro mayor de origen maya”. Dejando a un lado la descripción de Morde (el Dios-Mono y su asociación con Hanuman) o uno de los relatos Pech que conecta con Sudamérica, lo cierto es que en las zonas linderas a la presunta ubicación de Ciudad Blanca se han hallado yacimientos mayas. No es ningún secreto que en México y Centroamérica se encuentran los testimonios culturales y arqueológicos de esta civilización. De hecho, Honduras posee la segunda ciudad maya más importante: Copán. Tuve la ocasión de visitarla y debo decir que es una obra impresionante. ¿Ciudad Blanca es otro “Copán”, aún bajo la selva?
No pocos historiadores han asociado la legendaria Ciudad Blanca con el Reino perdido de Tlapallan o Tlapalan -supuestamente el nombre antiguo del templo maya de Copán- mencionado sin rodeo alguno en los textos mayas y toltecas; y por si ello fuera poco, también descrito en Chichén Itza como “una Ciudad en algún lugar del Este”. Para pensar un poco más, como adelantaba líneas arriba, los textos sostienen que Tlapallan es el origen de Quetzalcoatl. A todo esto tendríamos que preguntarnos si ello se refiere al dios mesoamericano o al presunto sacerdote tolteca que llevó su nombre. De ser el sacerdote, se cuenta que luego de huir de Tule y transitar por los mayas, el misterioso personaje habría terminado en Ciudad Blanca y, por tanto, la esquiva ciudad perdida ya no sería su origen, sino su “destino”.
Pero si se trata del “otro” Quetzalcoalt o Kukulkán, nos enfrentamos a un debate mayor: ¿Fue de Ciudad Blanca desde donde salió la base cultural de Olmecas y Mayas?
Existen muchos secretos en las antiguas civilizaciones de Mesoamérica. Los mayas, sin duda alguna, se constituyen en una de las culturas más importantes de esta región del globo que abarcó territorios de México y Centroamérica, una extensión territorial de casi medio millón de kilómetros cuadrados. Sin embargo, la civilización maya “desapareció”. Aún los estudiosos no se ponen de acuerdo para definir los motivos que los condujeron a abandonar sus templos y viviendas. Algunos investigadores esgrimen que ello sucedió por imprevistas inundaciones -nos sorprende que lo mayas no las hayan podido prevenir-, sequías pronunciadas y otros fenómenos en su entorno climático. Como fuere, recuerda de algún modo el relato Pech sobre el abandono de Ciudad Blanca. Por ello no pocos estudiosos insisten en que Ciudad Blanca es un yacimiento maya, como Copán, Palenque o Tikal, aún no descubierto. Pero hay otras hipótesis que van más allá.
Un Retiro Interior de la Hermandad Blanca
En nuestra experiencia de contacto aprendimos que detrás de los enigmas arqueológicos y leyendas antiguas se podría encontrar un acceso a otra realidad. Esa otra realidad, en términos más esotéricos que científicos, sería un portal dimensional o un acceso al mundo subterráneo. Suena fantasioso, pero explorando minuciosamente el contenido profundo de los relatos indígenas y algunos indicios, hallaremos destellos que alumbran a esos “dioses” o “súper-humanos” que cumplieron un papel de maestros o guías. Los hombres barbados que llegaron a México y Centroamérica podrían esconder el mismo misterio que se puede rastrear con Huyustus en Tiahuanaco o Viracocha para los Incas. ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Por qué los aborígenes de muchos puntos de Latinoamérica hablan de ciudades subterráneas bajo la selva o en el interior de la cordillera de los Andes? ¿Ciudad Blanca tiene que ver con ello? No hay prueba alguna de que sea así, pero las tradiciones orales dejan una puerta abierta que parece ser franqueada por el contactismo.
Ciudad Blanca, más allá de su posible origen maya, sería un Retiro Interior de la Hermandad Blanca, un templo espiritual que recuerda las viejas leyendas de Shambhala en Gobi y los Himalayas.
Supuestamente, en las selvas de la Mosquitia hondureña se encontraría un acceso oculto a un enclave intraterrestre donde se protegen valiosas reliquias y textos mayas, además de una herramienta de poder llamada “El Disco Solar”. Para ser más exacto, se trataría de uno de los trece discos sobrenaturales que se encuentran repartidos en otros Retiros Interiores, desde Mount Shasta hasta la Península antártica. En otros artículos he hablado de ello. Ciudad Blanca protegería uno de esos instrumentos magnéticos de los intraterrestres.
Nuestros grupos de contacto han llevado a cabo más de una expedición a la Mosquitia, recorriendo el río plátano y sus alrededores, recogiendo información de primera mano de los lugareños y viviendo, también, importantes experiencias. En mi última visita a Honduras se me confirmó que en esa zona selvática hay muchos testimonios de avistamientos ovni, un detalle que se repite en cada centro de poder que hemos visitado.
Otro elemento curioso es la presencia de petroglifos marcadamente similares a los que hemos hallado en otros lugares vinculados con la Hermandad Blanca. Por ejemplo, los grabados del río plátano recuerdan los dibujos del muro de Pusharo en la selva sur oriental del Perú, un lugar que se suele asociar al enigma de Paititi. Entre los grabados que se repiten resalta la figura de una carita macrocéfala de grandes ojos y expresión bondadosa. A mi entender, se trataría de una alusión a los “Sunkies”, pequeñas criaturas intraterrenas que protegen, precisamente, los caminos al corazón del mundo subterráneo. ¿Los petroglifos de la Mosquitia tiene el mismo mensaje de Paititi? ¿Hay una entrada al mundo intraterrestre en Honduras que conecta con la misteriosa Ciudad Blanca?
Desde luego, son conjeturas. Pero las considero posibles luego de ver las mismas “señales” en lugares tan diferentes como Mount Shasta, la Cueva de los Tayos, Paititi, la Sierra del Roncador o Roraima. Curiosamente todos esos lugares vinculados a la Hermandad Blanca y los discos solares. De acuerdo a nuestra experiencia de contacto Ciudad Blanca forma parte de esta red de templos de la Tierra. Y no estamos hablando de ruinas mayas que puedan hallarse en el lugar, sino de un centro espiritual que se encuentra, oculto y de momento silente, detrás de las leyendas de los indios Pech.
Independientemente de esta “identidad” de Ciudad Blanca de acuerdo a nuestra experiencia de contacto, de lo que no hay duda es que el enigma se mantiene, y que las referencias a ese centro olvidado en Honduras son reales. El propio Hernán Cortés afirma que él mismo fue informado de la existencia de esa ciudad poco tiempo después de su llegada al Golfo de México en 1519. Pero luego renunció a explorar esa zona de la Mosquitia por ser un impenetrable y húmedo bosque tropical. Sin embargo el interés luego de la conquista española ha continuado, desde las iniciativas del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH) a aventureros independientes que emulan a Indiana Jones. Pero Ciudad Blanca aún permanece en la bruma… Y quizá deba seguir oculta por un tiempo más.
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