Para
los mesopotámicos, el hígado era el principal órgano del cuerpo, donde estaban
el alma y las emociones humanas. Los antiguos griegos ligaban al hígado con el
placer: se cree que las palabras hepático y hedonista comparten la misma raíz.
Los
isabelinos se referían a su monarca no como la cabeza del Estado, sino como el
hígado de la nación: cuidado con quien se atreviera a hacerla enojar.
No
obstante, es posible que hasta los mayores expertos del hígado en la historia
hayan subestimado el alcance y la complejidad del órgano.
Un
hígado sano es el único órgano en el cuerpo adulto que, si es recortado a una
parte de su tamaño original, se regenera rápidamente y funciona como si fuera
nuevo. Lo cual es positivo porque la lista de pendientes del hígado es la
segunda más grande tan solo después de la del cerebro: contiene más de 300
artículos. Entre ellos, la reelaboración de los alimentos que comemos para
convertirlos en ingredientes para nuestras células; el neutralizar las muchas
sustancias potencialmente dañinas que ingerimos incidental o deliberadamente;
generar un inventario vasto de hormonas, enzimas, factores de coagulación y
moléculas inmunitarias; controlar la química sanguínea… y la lista continúa.
“Si te fallan los pulmones, hay ventiladores
mecánicos que respiran por ti; si te fallan los riñones, contamos con máquinas
para diálisis, y el corazón realmente es solo una bomba, así es que podemos
usar un corazón artificial”, notó la doctora Anna Lok, presidenta de la
Asociación Estadounidense para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas y
directora de Hepatología Clínica en la Universidad de Michigan.
“Sin
embargo, si falla el hígado, no hay ninguna máquina para remplazar todas sus
distintas funciones, y la mejor opción es un trasplante”.
Y
aunque los científicos reconocen que parece difícil de creer, conforme más
estudian de cerca al órgano, más largo se hace el inventario de talentos y
tareas del hígado.
Los
investigadores de un estudio
reciente se asombraron al
descubrir que el hígado aumenta y disminuye de tamaño hasta en 40 por ciento
cada 24 horas, mientras que los órganos a su alrededor se quedan prácticamente
iguales.
Otros
han descubierto que señales mandadas por el hígado pueden ayudar a dictar
nuestras decisiones alimentarias, en particular los antojos de cosas dulces.
Los
científicos también han descubierto que los hepatocitos, que son las células
metabólicamente activas que constituyen el 80 por ciento del hígado, poseen
características que no se ven en ninguna otra célula normal del cuerpo. Por
ejemplo, mientras que la mayoría de las células tienen dos conjuntos de
cromosomas —dos conjuntos de instrucciones genéticas sobre cómo debería
comportarse—, los hepatocitos pueden envolver y manipular con destreza hasta
ocho pares de cromosomas y todo sin hacerse pedazos ni volverse cancerosas.
Ese
tipo de exceso cromosómico compuesto es “superúnico”, dijo el doctor Markus
Grompe, quien estudia el fenómeno en la Universidad de Salud y Ciencia de
Oregon, y lo más probable es que ayude a explicar la habilidad regenerativa del
hígado.
Los
científicos esperan que los nuevos conocimientos sobre el desarrollo del hígado
y su desempeño ayuden a producir terapias novedosas para los más de cien
trastornos que afligen al órgano, muchos de los cuales van en aumento en todo
el mundo, de mano con el incremento
en las tasas de
obesidad y la diabetes.
“Es
algo chistoso”, notó Valerie Gouon-Evans, una especialista en el hígado en la
Escuela de Medicina en el Monte Sinaí. “El hígado no es un órgano muy sexi. No
parece importante. Solo parece un amasijo enorme. Sin embargo, es discretamente
vital, la torre de control del organismo”, y los hepatocitos de los que está
compuesto “son asombrosos”.
El
hígado es nuestro órgano interno más grande, pesa alrededor de 1,6 kilos y mide
15 centímetros. La masa rojiza marrón de cuatro lóbulos de tamaño desigual se
extiende por todo el costado superior derecho de la cavidad abdominal, por
debajo del diafragma y encima del estómago.
El
órgano siempre está bañado en sangre y utiliza de manera permanente cerca del
13 por ciento del suministro hemático del cuerpo. Muchas de las características
insólitas del hígado están vinculadas a su asociación íntima con la sangre.
Durante
el desarrollo fetal, las células de la sangre se originan en el hígado, por
ejemplo, aunque esa tarea después queda en manos de la médula ósea. Aun así, el
hígado nunca pierde su gusto por los asuntos bioquímicos que se transmiten por
todo el cuerpo vía el sistema circulatorio.
La
mayoría de los órganos tienen una sola fuente sanguínea. El hígado tiene dos
suministros de sangre: la arteria hepática, que transporta sangre rica en
oxígeno desde el corazón, y la vena porta hepática, que deposita sangre drenada
de los intestinos y el bazo. Este último tipo de sangre porta productos
alimenticios semiprocesados que necesitan ser “masajeados” por el hígado para su
conversión, desintoxicación, almacenaje, secreción y eliminación.
“Todo
lo que te metes a la boca debe pasar por el hígado antes de que haga cualquier
cosa útil en otras partes del cuerpo”, dijo Lok.
Como
el maestro catador de la sangre en circulación, el hígado lleva el control de
las exigencias energéticas del cuerpo a cada momento, liberando glucosa de su
reserva de glucógeno guardado, conforme se necesita, junto con las vitaminas,
minerales, lípidos, aminoácidos u otros micronutrientes que se pudieran requerir.
Las
nuevas investigaciones sugieren que el hígado puede asumir un papel proactivo
al igual que uno reactivo cuando se trata de controlar el apetito y la elección
de alimentos. Un estudio hecho por Matthew Gillum de la Universidad de
Copenhague y colegas suyos halló que el hígado intenta reducir el antojo de
azúcar después de que ingerimos alguna bebida muy azucarada con una hormona
llamada FGF21.
“Tiene
sentido que el hígado pudiera tener un nexo con el control metabólico”, dijo
Gillum. “De alguna manera, sabe más de lo que sabe el cerebro sobre
disponibilidad de energía y sobre si estás comiendo demasiadas peras”.
El
hígado también lleva el registro del tiempo. En un número reciente de la revista Cell, Ulrich Schibler de la
Universidad de Ginebra y sus colegas describieron sus estudios del hígado
oscilatorio: cómo aumenta y se reduce de tamaño cada día, dependiendo de los
ritmos circadianos de los animales y del horario de alimentación.
Los
investigadores encontraron que en los ratones, que normalmente comen de noche y
duermen de día, el tamaño del hígado se expande casi en la mitad después de que
oscurece y luego se reduce al llegar la luz del día. Los científicos también
determinaron la causa del cambio en las dimensiones.
“La
mezcla, la sopa que está dentro del hígado, resulta ser diferente”, dijo el Dr.
Schibler. La producción de proteínas en los hepatocitos de los ratones aumenta
drásticamente por la noche, seguida de la destrucción equivalente de proteínas
durante el día.
La
evidencia indica que un espectáculo similar de creación y destrucción de
proteínas ocurre también en el hígado humano, pero la sincronía es opuesta que
la de los ratones para ser compatible con nuestro patrón, que es en gran parte
diurno.
Los
investigadores todavía no saben por qué oscila el hígado, pero Schibler sugirió
que es parte del programa de mantenimiento del órgano.
“El
hígado recibe muchas cosas malas que pasan por él”, notó. “Si dañas algunos de
sus componentes, necesitas remplazarlos”. Al tener un ritmo en ese remplazo,
dijo, “conservas al hígado en buen estado”.
Así que si alguien te dice que “le caes en la punta
del hígado” o que “eres un hígado”, conténtate.
https://www.nytimes.com
No comments:
Post a Comment