Para sobrevivir y mantener su huevo a salvo, los machos forman enormes estructuras compactas en las que los individuos se desplazan constantemente para repartirse la exposición al frío.
El pingüino emperador es la única especie vertebrada que se reproduce bajo extremas condiciones de frío en el invierno antártico. Mientras la hembra repone fuerzas en el mar, el macho incuba su huevo entre el calor de sus patas y su piel.
¿Pero cómo soportar temperaturas que bajan hasta los 50 grados centígrados bajo cero y vientos que soplan a más de 200 kilómetros por hora?
Hasta ahora, los científicos sabían que el pingüino más grande de su especie se pega a sus semejantes para darse calor y repartir así la exposición al frío, formando una alineación que recuerda a la formación de tortuga del ejército romano.
En esa masa de pingüinos, los individuos se mueven constantemente para evitar que el frío le toque siempre a los mismos.
Pero aún sigue siendo un misterio la lógica que pone en marcha esa cadena de movimientos.
Un equipo franco-alemán de físicos y biólogos propone un nuevo modelo en la revista New Journal of Physics. Los investigadores se han guiado por la grabación en vídeo realizada en un estudio previo en 2005, y sus cálculos apuntan a que el trabajo en equipo de los pingüinos emperador es muy sencillo: cada individuo empieza a moverse solo al sentir el desplazamiento de su vecino, un esquema que estos investigadores comparan con el avance de los coches en un atasco en la ciudad.
Sin nido ni territorio propio, los machos incuban sus huevos pegándose a otros miles de ejemplares, formando un enorme bloque que protege al grupo del frío y del viento. Una vez unidos, la temperatura superficial del cuerpo de cada pingüino puede subir hasta los 37 grados centígrados en menos de dos horas, una temperatura tropical en plena Antártida.
En un estudio previo realizado en 2011, los científicos mostraron que los pingüinos agrupados en bloque hacían avanzar toda la estructura mediante movimientos regulares con intervalos de entre 35 y 55 segundos. Cada uno de estos pasos recoloca la estructura y el movimiento de todo el conjunto.
Según el nuevo modelo propuesto por el departamento de Física de la Universidad de Nuremberg, el Instituto de Zoología de la Universidad de Greifswald, la Universidad de Estrasburgo, el CNRS y el Instituto Alfred-Wegener, cada pingüino avanza entre uno y dos centímetros para empezar el pequeño baile, no solo hacia delante o hacia detrás, como los coches en un atasco, sino en una estructura triangular que permite a cualquier individuo iniciar el movimiento, ya esté situado en el centro o en uno de los extremos de la formación de tortuga.
El estudio deja en el aire el fenómeno que pone a los pingüinos en movimiento y la razón por la que los individuos se mantienen quietos dentro de su enorme estufa corporal durante más de 30 segundos entre cada uno de sus pasos.
@saraacostalanga
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