¿QUÉ CONEXIÓN PUEDE TENER UNA ISLA PERDIDA DE LA POLINESIA CON TIAHUANACO Y EL IMPERIO INCA? ¿EXISTIÓ OTRA CIVILIZACIÓN DE LA CUAL NO TENEMOS MEMORIA? ¿QUIÉNES FUERON AQUELLOS HOMBRES? ¿RAPA NUI ES UNA ANTIGUA BASE SECRETA EXTRATERRESTRE? ¿QUÉ ERA EL MANA?
Un lugar desconcertante en medio del océano
un sueño en donde me veía con mi compañera, Sol, caminando en medio de esas desconcertantes figuras monolíticas llamadas por los isleños “moais”. Realmente son alucinantes.
Esta isla de la Polinesia, de tan sólo unos 164 km cuadrados de superficie, e integrada
a la soberanía chilena en 1888, es un verdadero crisol de enigmas. ¿Quiénes fueron sus habitantes originales? ¿Por qué tallaron esos extraños moais, irguiéndolos por toda la isla como si fuesen guardianes silenciosos? Se cuenta que la isla era conocida como Te pito o Te henua, dialecto local que significa “El ombligo del mundo”. También se la llama Mata ki te rangi: “Ojos que miran al cielo”. Curiosamente, algunos investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias, junto con el antropólogo de la Universidad de Chile Edmundo Edwards, esgrimieron una teoría inquietante: luego de estudiar 30 emplazamientos arqueológicos de la isla ⎯ahus o plataformas sagradas, y desde luego, los moais⎯, llegaron a la conclusión de que varias estatuas del interior de la isla están orientadas a las Pléyades y Orión…
Este último detalle, de ser corroborado en el futuro, no me sorprendería, ya que de acuerdo a
los seres que nos contactan, la isla fue visitada por civilizaciones de otros mundos. Pero ya hablaré de ello líneas más adelante.
Rapa Nui también es conocida como “Isla de Pascua”. Ese nombre le fue dado por el navegante
neerlandés Jakob Roggeveen, que en un largo viaje iniciado en Texel y luego de navegar por las costas chilenas, la descubrió el 5 de abril de 1722, fecha correspondiente al día de Pascua de Resurrección. Hoy, siglos más tarde, los Rapa Nui recuerdan su verdadero origen sagrado: un tiempo que los remonta al dios creador Make Make y la “colonización” de la isla. Según ellos, Make-Make fue el responsable de guiar a un grupo de polinesios a través de las mortales aguas del Pacífico, hasta arribar a esa isla de dioses, el“ombligo del mundo”, un “centro de todo”. Una denominación similar a la antigua capital de los incas: Cusco.Desde luego, esto no es un accidente. La conexión inca
Con una guía Rapa Nui que nos recomendaron, recorrimos toda la isla. Nos alejamos de los tours
organizados y las agencias. Queríamos ver el lugar con la perspectiva de alguien local que, además, estaba vinculado al mundo espiritual.
Ello nos permitió visitar muchos lugares que no siempre son inquietados por el turista medio, desde
centros arqueológicos que muestran a moais con 11 dedos, a cavernas cuyo fondo no ha sido totalmente explorado. En este último punto, los isleños son muy discretos y no desean que esos accesos al mundo subterráneo trasciendan. Por ello cumpliremos con nuestra palabra y no diremos dónde esta la caverna desde la cual se puede descender al reino intraterrestre.
Arriba: explorando una de las tantas cavernas de Isla de Pascua
Arriba: el autor con uno de los moais que fue derribado en la isla.
Uno de los lugares que más me llamó la atención fue Vinapu. Se trata de un centro ceremonial
que posee una pared de roca extraordinariamente similar a las que uno puede ver en Cusco o Puno. Ya la conocía por fotografías. Pero verlo in situ, corta el aliento.
De acuerdo a ciertas teorías, Vinapu fue levantada por el mismísimo inca Túpac Yupanqui,
de quien se dice realizó una expedición marítima por el Pacífico en 1465. Supuestamente, habría llegado a Rapa Nui, donde levantó Vinapu en honor a los dioses. ¿Los incas son los autores de los moais en Isla de Pascua?
A partir de las crónicas realizadas por los cronistas españoles Pedro Sarmiento de Gamboa,
Martín de Murúa y Miguel Cabello Valboa durante la conquista, se sabe que Túpac Yupanqui, estando en la costa norte (en las islas Puná) habría tenido conocimiento de unas islas lejanas, decidiendo ir en pos de ellas. El inca habría alistado una gran flota de balsas, zarpando hacia el mar con 20.000 hombres. El relato sostiene que llegaron a unas islas llamadas Ninachumbi y Auachumbi. Hay que decir que algunos historiadores creen que estas islas son verdaderas y que se hallan en la Polinesia. De hecho, el famoso y respetado navegante noruego Thor Heyerdahl, también lo creía. Heyerdahl ya había demostrado con la expedición Kon Tiki (1947) que se podía llegar a la Polinesia a bordo de una balsa inca desde el Perú. Para el explorador, “Auachumbi”, que significa “Isla de Fuego”, es una referencia a la isla volcánica de Rapa Nui.
Conocía estos datos antes de pisar la isla. Pero tenía muchas “lagunas”. Puntos que no “cerraban”
en su historia, como la posible relación con la arquitectura inca. En Rano Raraku y los quince moais empezaría a comprender.
Rano Raraku es señalado por los isleños como uno de los lugares más importantes. El antiguo cráter
volcánico fue la cantera de las enormes estatuas que parecen proteger Rapa Nui. A las faldas de esta elevación que domina el terreno, se pueden ver moais no terminados. Y otros enterrados. Estaba claro que allí se hicieron, al menos la mayoría. La roca volcánica parecía haber sido cortada con herramientas de basalto y obsidiana. Posteriormente, las moles eran extraídas y semienterradas en las cercanías para ser esculpidas al detalle. Pero aún permanece el debate de su traslado a otrospuntos distantes de la isla. A día de hoy, mil y un teorías circulan sobre cómo se pudo llevar a cabo semejante tarea.
Arriba: uno de los gigantescos moais, desenterrado.
¿Cómo pudieron ser trasladados?
Arriba: Rano Raraku, desde el aire.
Arriba: Sol Sanfelice con una vista del cráter Rano Kau.
Los rapa nui sostienen que Make Make trajo un el “mana” a la Isla: una fuerza impresionante
de vida, un legado de los dioses que se debía proteger. Con ese “mana” los antiguos dieron vida a los moais. Es decir, no eran simples estatuas. Al interior de la roca había una energía viviente proveniente de ese “mana”. Por ello, a muchas de estas esculturas se les “abría los ojos” al erguirse ⎯con coral⎯, como si hubiesen despertado. Todos los moais, salvo los “Siete Colonos” de Ahu Akivi, miraban al interior de la isla, como si quisieran proteger algo que yace oculto en ella… Los “Siete Colonos” son los únicos moais que miran hacia el mar, porque señalan el punto desde donde llegó la expedición que se asentó en esta tierra perdida en el Pacífico. Se afirma que eran siete maestros dirigidos por el misterioso Make Make.
En Ranu Raraku exploramos cada rincón, pensando en estas historias, mientras veíamos numerosas
estatuas enterradas. Era increíble: algunas de ellas tienen más de 20 metros de altura. De toda esa zona, nos sorprendió el llamado Tukuturi o “Moai barbado”, de aspecto único, diferente a todo lo que se puede ver en la isla. ¿Quién era ese hombre barbado, sentado en actitud de oración? Los Rapa Nui dicen que representa a los maestros que llegaron a la isla, uno de los colonos…
Luego de Rano Raraku fuimos a visitar los quince moais de Ahu Tongariki. Era evidente que esos
inmensos guardianes de piedra miraban hacia el Rano Raraku. ¿Por qué?
Cuando llegamos, no había turistas, así que pudimos estar un tiempo en calma, en silencio.
Por un impulso decidí alejarme y me senté frente a esos quince guardianes. Cerré mis ojos y me relajé, mientras me preguntaba: ¿Dónde está el hilo conductor de todo esto?
Entonces vi, en mi mente, lo que creo era una expedición inca, que con mucho esfuerzo, y diezmada,
llegaba a la isla, siendo recibida por aborígenes del lugar. Pero los moais ya estaban allí… Tenía toda la impresión de que los incas sabían de su existencia. Habían cruzado el océano en un viaje peligroso para buscar sus orígenes. En la visión, sentía que los incas y los misterios de la Isla de Pascua tenían el mismo origen…
Luego vi una imagen más antigua, de hombres que no pude reconocer, que albergaban un gran poder
mágico. Esa suerte de sacerdotes, “hechizaban” a los moais para que estuviesen “vivos”. Para que pudiesen proteger el mana. ¿Lo que estaba viendo era posible? ¿Las leyendas de los Rapa Nui me estaban influenciando? Finalmente vi cómo los moais eran derribados de sus plataformas sagradas o Ahus para interrumpir algún tipo de función mágica. Los moais eran, por lo que veía, la clave de acceso al mana, y éste no podía salir a la luz. El mana estaba bajo la laguna del Rano Raraku…
Cuando volví de la visión, abrí mis ojos en medio del intenso sol de Isla de Pascua.
¿Cómo puedo corroborar de que esto es real? ⎯me decía⎯.
Entonces escuché una voz que me dijo: “en la visión que tuviste está la clave para que organices
la información. Esta noche, a las 10:00 pm, salgan al campo y nos verán”.
Identifiqué en este mensaje a Antarel. El extraterrestre hablaba de un avistamiento programado
como confirmación de lo que estaba fluyendo. Teníamos que aguardar.
Arriba: el autor frente a los quince moais que miran hacia el Rano Raraku
Ovnis en la Isla de Pascua
Esa misma noche, 17 de diciembre de 2012, Sol y yo nos preparamos para la cita. Cerca de
las 10:00 pm tomamos nuestras sillas y nos alejamos de la cabaña hacia el campo. Desde allí, teníamos una vista hermosa del cielo estrellado, la luna, algunos moais en la costa y la silueta del mar.
Hicimos una práctica de meditación, y a la hora exacta, aparecieron unas erráticas luces sobre
nosotros, describiendo todo tipo de evoluciones. En ese momento, Antarel me dijo, mentalmente: “Estamos aquí. No olvides lo que viste. La clave está en Rano Raraku”. Sol, sorprendida, me dijo al mismo tiempo: ¡Me están hablando! ¡Escucho una “voz” en mi cabeza que me habla de Rano Raraku!
Entonces Antarel, manteniendo la comunicación telepática, nos pidió atención ya que una de sus
naves haría una “señal” en el cielo para que no tuvieramos dudas. Acto seguido, un objeto luminoso se encendió en cincopoderosos fogonazos.
Tenía mi cámara fotográfica conmigo. Pero en ese momento, con la emoción de la experiencia,
no me preocupé en registrar el avistamiento como lo he podido hacer en otras ocasiones. Sólo trataba de entender lo que había visto en la visión en Ahu Tongariki y su relación con los incas y el “mana”.
Al día siguiente, al revisar las imágenes que habíamos tomado el día de la “visión”, hallamos
dos ovnis fortuitos. No eran aves, globos, ni nada conocido. Se trataba de objetos concretos que sugerían la presencia invisible de los Guías extraterrestres. Una de estas naves estaba al lado del Rano Raraku.
Arriba: un ovni flota sobre el mar. Fue captado en tomas del cráter Rano Kau.
Arriba: un objeto de apariencia metálica sobrevuela el Rano Raraku
Una historia imposible
No es un tema desconocido para mí. Ni tampoco su posible relación con las islas del pacífico.
Pero, hasta ahora, no había entendido por qué los incas habrían organizado una expedición a Isla de Pascua. Luego de esta experiencia lo comprendí: iban en busca de sus orígenes.
No soy el primer investigador en señalar a Mu, el olvidado mundo perdido del Pacífico, como
la “fuente” de muchas culturas americanas. Confundida habitualmente con la Lemuria del océano Índico ⎯un antiguo puente terrestre entre la parte sur oriental de África con Madagascar⎯, esa perdida civilización habría enfrentado una violenta destrucción en los tiempos de otro reino imposible: Atlántida. La catástrofe que hundió a Mu y Atlántida habría ocurrido hace unos 12,000 años, y se recuerda en diversos rincones del mundo como el “Diluvio Universal”.
Las leyendas de los indios hopi de Arizona hablan abiertamente de Mu. Ellos le denominan
“Kasskara”.
De acuerdo a los hopi, sobrevivientes del hundimiento de Kasskara fueron trasladados a
América en “escudos volantes” y “pájaros de fuego” por dioses cósmicos llamados Katchinas, denominación que se puede traducir como “venerable, juez y sabio”. ¿Eran los Katchinas parte de una expedición extraterrestre? Por si fuera poco, el relato de los hopi señala los lugares específicos donde descendieron los Katchinas con los supervivientes de “Mu”, entre ellos, una tierra llamada “Tautoma”.
A decir del gran investigador español ⎯ya desaparecido⎯ Andreas Faber-Kaiser, el nombre
sugiere la milenaria Tiahuanaco, en Bolivia.
Si esta historia es auténtica ⎯a pesar de los escépticos que desearán tomarse un calmante⎯ ,
algunos elementos extraños que vimos en Isla de Pascua se ajustarían con la historia oculta de los incas y sus primeros tiempos en Tihuanaco.
Lo que siempre he sospechado es que Isla de Pascua es remanente de lo que fue la cultura muniana.
Por alguna razón, esa pequeña isla fue elegida para depositar el mana, la razón de ser de los moais y su función de protección. ¿Por qué, entonces, levantar cientos de estatuas de piedra en un punto aislado del Pacífico?
Los supervivientes de Mu, tal y como sugiere la historia hopi, fueron ayudados por seres de las estrellas.
Así, un grupo de maestros de la civilización perdida llegó al lago Titicaca, fundando Tihuanaco. El principal colono, Huyustus, era un hombre barbado de piel blanca y cabellos rubios. La leyenda cuenta que de él desciende Manco Cápac, el primer inca del Cusco.
Los incas siempre estuvieron interesados en conocer sus verdaderos orígenes. Por ello
las expediciones a Tihuanaco cuando ésta ya se encontraba en ruinas. Tal vez esta investigación les hizo saber de las islas del Pacífico. Y por ello fueron en busca del “mana”.
Suena increíble. Pero la expedición de Heyerdahl en 1947 a la Polinesia, también lo parecía.
¿Qué encontraron los incas en la Isla de Pascua? ¿Accedieron al “mana”?
Arriba: el "guardián barbado" de Isla de Pascua, que se halla en el Rano Raraku. A la derecha,
una escultura de Tiahuanaco. La semejanza es notable.
Arriba: el autor en Vinapu, Isla de Pascua. Derecha, el muro inca de Cusco con la piedra de los 12
ángulos. Acaso, ¿los mismos constructores?
Es muy pronto para sacar conclusiones. Pero no creo en las casualidades. Todo esto surgió en medio
de la redacción de mi nuevo libro sobre Kayona, la ciudad perdida que se halla bajo los hielos de la Península Antártica. Cuando recibí esa información, hace más de 10 años, los extraterrestres me afirmaban que Kayona estaba relacionada a poderosas civilizaciones humanas de las que no tenemos memoria. Tal vez, la ecuación Lemuria-Mu-Kayona-Isla de Pascua-Imperio Inca no sea tan descabellada como resulta a simple vista.
Pero puedo adelantar algo: el “mana” está relacionado con la Piedra de Chintamani y la
Diosa Umiña de los incas.
Una vez más, el “regalo de Orión” o “La Primera Piedra de Shambhala” parece ser la clave de todo.
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