El periodista y sociólogo alemán Karl Brugger, en “La crónica de Akakor”, describe una de las leyendas de la Región Amazónica, que trata de la existencia de una antigua civilización, que estaría localizada en la Sierra de Gupira, en la región de alto Río Negro.
Esta civilización, muy evolucionada en el pasado, habría desaparecido antes del descubrimiento de Brasil. Brugger cuenta que su hallazgo comenzó en 1971, en Manaos, donde el piloto suizo Ferdinand Schmidt conoció a Tatunka Nara, que afirmaba ser nativo de la tribu Urgha Mogulada, que habitaba en el interior de la selva.
Brugger viajó a Manaos y se puso en contacto con el indígena, que afirmaba ser hijo de un soldado alemán y una india y que en perfecto idioma alemán le cuenta que en la región existían tres ciudades habitadas por su pueblo, Akahim, Akakor y Akanis.
En la ciudad de Akahim existiría un objeto grande y muy antiguo, que les fue entregado a los sacerdotes de la tribu por los dioses venidos del cielo, según Nara, tal objeto de acuerdo con las tradiciones, “comenzaría a cantar cuando los dioses volvieras a la tierra”.
Brugger fue con el nativo hacia el interior de la floresta, con el propósito de encontrar lo que él imaginaba una ciudad precolombina todavía habitada por descendientes de sus fundadores y repleta de ruinas de templos y pirámides. Al volver de su viaje se mostró evasivo sobre sus descubrimientos y recién en1976 lanzó su libro, que cuenta su llegada a la tribu y el contacto con los indios.
En 1977, una expedición contactó a Tatunka Nara. El nativo también le hizo a él las mismas revelaciones contadas anteriormente a Brugger. Agregando que en dicho sitio existía unas pirámides. Fue entonces organizada una nueva expedición para explorar la ciudad perdida, de la cual también participó el renombrado arqueólogo brasilero Roldão Pires Brandão, que hacía un tiempo estaba buscando una antigua civilización que pensaba existía en los márgenes de uno de los afluentes del Río Amazonas.
Desgraciadamente, por diversos problemas del viaje y también algunos creados por Brandão (el arqueólogo), que fue baleado en forma accidental, el hecho tan esperado no sucedió y la expedición se vio forzada a volver estando a sólo dos días de distancia de la ciudad perdida. En esa misma ocasión, comenzaron a correr rumores que un grupo de estudiosos ingleses también estaría intentando llegar a las ruinas, partiendo desde Venezuela.
Temiendo perder la primicia del descubrimiento, Brandão comunicó a la prensa la existencia de las pirámides en el lugar, ya vistas anteriormente por Brugger. Brandão consiguió que varios medios dieran la noticia de su descubrimiento al mundo. Un equipo de la revista Veja (publicación muy conocida en Brasil) sobrevoló la región de la Sierra da Guipara y el 1 de agosto de 1979, divulgó un reportaje mostrando estructuras piramidales cubiertas por la vegetación. Las pirámides tienen una base cuadrangular, la más elevada tiene unos 150 metros de altura, las otras dos son menores. Brandão manifestó que son idénticas a las descubiertas en Mèxico.
El geógrafo Aziz Ab’Saber, director del Instituto de geografía de la Universidad de San Pablo (USP), declaró que las formaciones piramidales eran apenas montañas. “Son importantísimos documentos geológicos comunes en la región” informó el científico y así se creó un tiempo de espera sobre el origen de las pirámides.
El 8 de enero de 1984 el diario El Estado de San Pablo, hizo renacer la discusión al publicar un artículo en que presentaba posibles respuestas para solucionar el enigma. Allí se dijo que el indígena Tatunka Nara sería un ex marinero de guerra neurótico que se había establecido en el Amazonas, donde creó la historia fantástica de las ciudades perdidas.
A pesar de ser una versión aceptable de los acontecimientos, las cuestiones sin respuestas siguen siendo muchas y hacen que las dudas persistan. ¿Cuál era el nombre del marinero que se convirtió en Tatunka Nara? Algunos dicen que un periódico localizó en Alemania a la ex esposa de Tatunka y que la trajeron a Brasil para que lo identificara.
8°50’37.35″S 67°15’11.33″W |
A raíz del acelerada desforestación que sufre la selva amazónica, dejó al descubierto unas ruinas. Que para muchos son la prueba que una antigua y desconocida civilización existió en estas selvas. Estas ruinas se encuentran en la frontera entre Bolivia y Brasil.
La cada vez más numerosas imágenes aéreas y de satélite están revelando, en efecto, un Complejo entramado de pueblos, ciudades, carreteras y estructuras que hasta ahora habían permanecido ocultas bajo luna impenetrable capa verde.
“Es la historia de nunca acabar”, asegura Denise Schaan, de la Universidad Federal de Pará en Belem, que ha realizado ya numerosos descubrimientos desde el aire, incluso, examinando con cuidadoimágenes de Google Earth.“No hay semana en la que no encontremos nuevas estructuras”, asegura la investigadora.
Algunas de ellas son cuadradas o rectangulares, mientras que otras forman círculos concéntricos o complejas figuras geométrica como hexágonos y octágonos, todos ellos conectados por una red de amplias avenidas. Los científicos llaman a estos hallazgos “geoglifos”
Essa foto das pirapirâm na Amazônia é falsa,eu pesquisei e neste ponto não tem nada
ReplyDeleteEssa foto das pirapirâm na Amazônia é falsa,eu pesquisei e neste ponto não tem nada
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