La catalepsia, también conocida como “muerte aparente”, es un trastorno repentino en el sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad (voluntaria e involuntaria) y de la sensibilidad del cuerpo. Es un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva en un estado que podría ser consciente o inconsciente, lo que puede a su vez variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor.
Fotograma de la película “Enterrados Vivos”
La catalepsia (vocablo cuyo origen son dos palabras griegas que significan “casi muerto” ) puede observarse en pacientes que sufren epilepsia, mal de Parkinson, histeria, esquizofrenia y otros tipos de psicosis, y aunque presenta todas las características de un deceso, no lo es. Su estado se puede presentar por minutos, horas o varios días en los casos extremos.
Lo realmente inquietante de este trastorno radica en que la persona afectada puede ser sepultada estando aún con vida y despertar en cualquier momento. En un número de casos no determinado, de hecho, este fenómeno llevó a enterrar a personas que aún estaban con vida, pero no demostraban signos vitales. Entre 1870 y 1910, concretamente, hubo un miedo generalizado a ser enterrado vivo, creándose los llamados “ataúdes de seguridad” con banderas, respiraderos o campanas. Aunque todavía hay casos documentados de catalepsia, los avances tecnológicos han hecho casi imposible que un individuo sea enterrado hoy en estado cataléptico, pues en la actualidad sólo basta que un electrocardiograma o un electroencefalograma puedan confirmar la muerte de alguien con facilidad.
Sin embargo, a lo largo del tiempo, la ciencia pudo constatar, a través de la exhumación de cadáveres, que ciertamente muchos seres humanos fueron sepultados vivos, después que los médicos acreditaran su respectiva muerte. Estos son algunos de los casos más dramáticos y sorprendentes:
-Las crónicas inglesas más antiguas cuentan que en 1661, en Londres, un carnicero del barrio de Newgate Market llamado Lawrence Cawthorn “murió” luego de estar un tiempo enfermo. La propietaria de la casa en la que el supuesto occiso vivía estaba ansiosa por sepultarlo, ya que la ley le permitía heredar todas sus posesiones, por lo que lo enterró rápidamente, sin la consulta de un médico. Cuando los amigos del carnicero visitaron la tumba comenzaron a escuchar desesperados y desgarradores gritos que provenían desde el interior del ataúd. Cuando lograron abrir el féretro, Cawthorn ya estaba muerto. Sus ojos estaban completamente hinchados y su cabeza estaba bañada en sangre producto de los cabezazos que el hombre se había dado para tratar de salir del féretro. La prensa de la época lo calificó como “El accidente más lamentable y deplorable”.
-En 1891 un extraño y desconocido virus azotó al poblado de Pikeville, en Kentucky, producido por la mordedura de una cierta mosca, ahora conocida como la mosca tsé-tsé, que trajo una enfermedad del sueño: las personas caían en una especie de estado de coma, aunque después de un tiempo volvían a despertar.
El sepulcro de Octavia Smith Hatcher.
Una de las habitantes de aquel lugar, Octavia Smith Hatcher, fue una de las primeras afectadas por la enfermedad. Fue declarada muerta el 2 de mayo de aquel año, y debido a que era una primavera extremadamente caliente, fue enterrada rápidamente en el cementerio local. Días después del fallecimiento muchas personas comenzaron a enfermarse de la misma manera que la mujer, por lo que su viudo sospechó que quizás se la había enterrado prematuramente, por lo que decidió desenterrar el cadáver. Cuando se abrió el féretro se comprobó que las uñas de la mujer estaban totalmente quebradas y bañadas en sangre, y el ataúd por dentro estaba totalmente arañado. La evidencia era obvia: la mujer, que todavía tenía una expresión de terror estampado en el rostro, había estado con vida al momento de ser enterrada. Su viudo, James Hatcher, antes de morir, pidió ser enterrado en un ataúd especial, que se abría por dentro, para no correr la misma suerte que su infortunada esposa.
El mausoleo donde reposan los restos de la infortunada Rufina Cambaceres.
-En el año 1903 Rufina Cambaceres, una bella joven de la aristocracia argentina que el 31 de mayo de ese año se preparaba para festejar su cumpleaños número 19, fue encontrada por una sirvienta sin vida en su habitación. Los doctores dijeron que “se le había detenido el corazón”, por lo que decretaron oficialmente su muerte. Su desconsolada familia decidió no velarla y la sepultó en el mausoleo de la familia. Un día más tarde uno de los cuidadores oyó persistentes ruidos desde el interior, por lo que entró al lugar y encontró el féretro de Rufina levemente corrido de su estante, por lo que dio de inmediato aviso a su familia. Cuando se ordenó abrir de nuevo el ataúd, el cuerpo de la joven se encontraba de espaldas y con varios rasguños en su rostro, producto al parecer de la desesperación de encontrarse sepultada viva. Según informó la prensa trasandina, aquel fue uno de los primeros casos conocido de catalepsia en Argentina, y a contar de allí a los muertos se les comenzó a velar por un período mínimo de 24 horas.
-En la República Dominicana, la popular bailarina Niurka Berenice Guzmán Reyes, de 23 años, fue sorpresivamente hallada muerta, presumiblemente debido a un infarto al miorcardio. Días más tarde, una amiga y compañera de su grupo de baile les dijo a la familia de la occisa que presentía que Niurka estaba viva. La madre le creyó y exigió la exhumación. Ante centenares de testigos el ataúd fue sacado del nicho y se confirmó que la joven estaba muerta, aunque presentaba evidentes signos de asfixia.
-En el año 1937, en Francia, un joven de 19 años oriundo de la localidad de St Quentin de Chalais, identificado como Angelo Hays, falleció tras sufrir un grave accidente en su motocicleta. El joven había chocado contra una pared de concreto, lo que le desfiguró parcialmente el rostro. Su familia no tuvo autorización para ver el cuerpo, y las autoridades lo declararon oficialmente muerto. Tres días después fue enterrado. No obstante, una compañía de seguros gestionó una exhumación del cadáver al enterarse que el padre de Angelo había cobrado el seguro de vida de su hijo por unos 200 mil francos de la época. Cuando se abrió el féretro se comprobó, para sorpresa de todos, que el cuerpo del joven todavía estaba caliente: Hays no estaba muerto, sino que estaba en coma causado por su lesión en la cabeza. Los médicos aseguraron que, pese a ser enterrado vivo, debido a la misma herida en la cabeza que lo había dejado en estado de coma, su cuerpo ya no necesitaba la cantidad normal de oxígeno necesaria para la supervivencia, lo que le permitió sobrevivir bajo tierra.
Después de este insólito suceso y de que despertara del estado de coma, Hays se convirtió en una celebridad nacional en Francia, y mucha gente viajaba cientos de kilómetros para verlo y hablar con él. Muchos años después de su accidente, Hays inventaría un ataúd de seguridad, creado para otras personas que podrían estar enterradas vivas por error. Contaba con un armario de alimentos, un suministro de oxígeno, un WC químico, transmisor de radio, señales de alarma e incluso una biblioteca.
-En 1987, un millonario de 39 años de Illinois llamado Stephen Small fue secuestrado y enterrado vivo en un lugar cercano al poblado de Kankakee. Sus captores, Danny Edwards, de 30 años, y su pareja, Nancy Rish, de 26, lo pusieron en una caja de madera contrachapada que contenía una luz conectada a una batería de automóvil, una jarra de un galón de agua, barras de caramelo, una linterna y un tubo conectado a la superficie por donde supuestamente debía entrar aire. Exigían, a cambio de rescate, el pago de 1 millón de dólares. Pero todo salió mal. La arena comenzó a bloquear el acceso de oxígeno, y Small murió asfixiado antes de que los secuestradores pudiesen cobrar el rescate. La policía logró dar con el cadáver gracias a que el lujoso automóvil Mercedes Benz del fallecido se encontraba cerca. Los dos responsables fueron capturados y sentenciados a presidio perpetuo.
-En 1993, un joven sudafricano de 24 años llamado Sipho William Mdletshese falleció presuntamente en un grave accidente de tránsito. Iba junto a su novia, quién sobrevivió. El cuerpo del occiso fue llevado al mortuorio de Johannesburgo y puesto en una caja de metal para luego ser enterrado. Pero el joven no estaba muerto, sólo había quedado inconsciente producto del choque. Despertó dos días después dentro del ataúd, por lo que comenzó a gritar desesperadamente en busca de ayuda. Para su fortuna, algunos trabajadores de la morgue lo escucharon y lo sacaron con vida. Se cuenta que cuando el joven se presentó en la casa de su novia, ésta sufrió un ataque de pánico: pensaba que se trataba de un zombie o muerto viviente.
-En el año 2011, un habitante de 35 años amante de las emociones extremas de la localidad de Blagoveshchensk, en Rusia, decidió vivir en carne propia la experiencia de ser enterrado vivo. Con la ayuda de un amigo cavó un hoyo en el patio de su casa y se encerró junto a una botella de agua y un teléfono celular en un ataúd bastante artesanal, dotado de unos tubos para que entrara oxígeno desde la superficie. A los pocos minutos de consumado el entierro, el sujeto llamó al hombre bajo tierra, y comprobó que éste estaba en buen estado. Sin embargo, al día siguiente, cuando volvió a desenterrarlo se llevó una tétrica sorpresa: su amigo estaba muerto. La noche anterior, la torrencial lluvia que había caído había tapado los precarios tubos que permitían el ingreso de aire al féretro. Casualmente, el verano anterior un habitante de la localidad de Vologda también había muerto asfixiado tras ser enterrado voluntariamente para “deshacerse del miedo a la muerte”.
-En noviembre del año 2009, una mujer entró en coma en un hospital de Túnez y fue declarada posteriormente muerta. Sus familiares la enterraron siguiendo los ritos de la tradición musulmana, pero a los pocos minutos después del entierro dos burros que se encontraban en el lugar se acercaron a la tumba y comenzaron a oliscar la tierra y estampar sus pezuñas en el suelo. Uno de los deudos acudió de inmediato a espantar a los animales, pero al llegar al lugar le pareció escuchar unos ahogados gritos que parecían venir desde la tierra. Intuyendo que podía tratarse de la fallecida, llamó de inmediato a los sepultureros del cementerio, quienes lograron desenterrar el ataúd. Para sorpresa de todos, cuando abrieron el féretro la mujer todavía estaba viva.
Jinshi Liang.
-Jinshi Liang, un hombre chino de 40 años de la región autónoma china de Guangxi, fue declarado muerto por los médicos, por lo que fue enterrado a los pocos días. Sin embargo, tres horas después de su entierro, su viuda, que se había quedado sola al lado de la tumba, comenzó a escuchar la voz de su marido en medio del silencio del cementerio. Su cuerpo fue exhumado de inmediato y para la sorpresa general, todavía estaba vivo.
-El chileno Felisberto Carrasco, un anciano de 81 años que vivía en la localidad sureña de Angol, no alcanzó a ser enterrado vivo, pero estuvo a un tris de pasar por esa macabra experiencia. Un día no despertó de su sueño y sus familiares, al constatar que su cuerpo estaba rígido y frío, pensaron que se estaba muerto. En vez de llamar a un médico para que confirmara el deceso, llamaron a una funeraria de la ciudad, que puso al anciano dentro de un ataúd, no sin antes vestirlo con su mejor traje. Sin embargo, en pleno funeral, cuando los deudos hablaban de lo buena persona que había sido, don Felisberto despertó de súbito, desatando el terror entre todos los presentes. “No podía creerlo. Pensé que estaba equivocado y cerré los ojos. Los volví a abrir y, claro, mi tío estaba mirándome. Me puse a llorar y corrí a buscar algo para abrir el ataúd”, relató en esa oportunidad Pedro Carrasco, sobrino del “fallecido”. Cuando finalmente fue sacado del féretro, el anciano, quien dijo no sentir dolor alguno, lo primero que hizo fue pedir un vaso de agua.
-En un cementerio de Brasil se vivió una escena diga de la serie “Walking dead”. Una mujer que había ido al lugar a dejarle flores a un familiar se llevó el susto de su vida cuando en una tumba adyacente, donde parecía haber tierra removida, vio claramente cómo dos brazos aparecieron moviéndose como aspas desde lo profundo de la tierra. Espantada, avisó del hecho al personal de campo santo, que logró desenterrar a un hombre que presentaba claros síntomas de asfixia. La policía, después de analizar los antecedentes del caso de este “zombie”, concluyó que el sujeto había sido golpeado en una violenta pelea hasta desmayarse, y sus atacantes lo habían enterrado en el cementerio esperando que allí encontrara la muerte.
-En octubre del año 2009 un dramático caso conmocionó a la prensa y la opinión pública de Honduras. Un joven militar de 27 años identificado como Isaac Ramírez, fue declarado muerto en un hospital mientras era sometido a una operación de vesícula. Después de ser velado durante varios días por sus familiares, su féretro fue puesto en un nicho del cementerio de Azacualpa, en la localidad de Copán. Horas después, los vigilantes del lugar, que hacían el turno de noche, quedaron paralizados de espanto cuando pasaron frente a su tumba y escucharon claramente los gritos “¡Sáquenme de aquí!, ¡sáquenme de aquí! ¡Noelia, mamá!”. Cuando el ataúd fue abierto de nuevo se encontró el cuerpo del joven todo sudado, la camisa que su madre había escogido para sepultarlo estaba completamente abierta y su pecho presentaba varios arañazos. Los médicos que examinaron el cadáver concluyeron que había fallecido de asfixia.
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