Imagen de : National Geographic
Mauro Morandi, de 79 años, es el único habitante de Budelli, la isla en el norte de Cerdeña, Italia. En 1989, el motor averiado de su catamarán le llevó a la deriva en un espacio entre Cerdeña y Córcega. La fuerza del mar lo transportó hasta la orilla de la isla de Budelli y desde aquel entonces comenzó a vivir él solo en la isla durante 28 años.
En la isla, él pasea por la playa y la mantiene limpia, lee los libros y cuida la flora y la fauna.
Cuando se enteró de que el vigilante de aquel lugar se iba a retirar en dos días vendió su embarcación y ocupó el puesto. Desde entonces (28 años) vive en soledad. El Parque Natural del Archipiélago Maddalena está compuesto por 7 islas, de las cuales Budelli es considerada la más bonita debido a su “Playa Rosa”. La arena de color rosa obtiene su peculiar tonalidad debido a los fragmentos microscópicos de corales y conchas, las cuales han sido reducidas lentamente a arena por la erosión constante de las olas
A principios de los noventa este lugar fue calificado como de “gran valor natural” por el gobierno italiano. Las playas fueron cerradas para proteger su frágil ecosistema, y sólo ciertas áreas permanecen accesibles a los turistas. En 2016 y tras un pleito entre un empresario neozelandés y las autoridades italianas, las cortes otorgaron la propiedad al parque. Ese mismo año los propietarios definitivos trataron de echar a Morandi, pero el público que conocía su historia se volcó a su favor con casi 20.000 firmas recogidas. De momento no se marchará…
“Nunca me iré,” cuenta nuestro protagonista. “Espero morir aquí y ser cremado mientras mis cenizas se dispersan en el aire.” El cree que toda la vida se reúne eventualmente con la Tierra, que todos formamos parte de la misma energía. Esta convicción le hace vivir en la isla humildemente y sin compensación. Cada día recolecta plástico que se vara en la playa y se mezcla con la flora y fauna. A pesar de su aversión a la gente protege la zona y educa a los visitantes de verano sobre el ecosistema y cómo protegerlo...
“No soy un experto en biología o botánica. Sí, sé los nombres de las plantas y animales, pero mi trabajo es muy diferente a esto. Ser capaz de cuidar una planta es una tarea técnica, yo intento hacer que la gente entienda por qué necesitan vivir.” Morandi cree que enseñar a la gente apreciar la belleza salvará al mundo de la explotación con más efectividad que las minucias científicas. En invierno sus vivencias son más “recatadas”...
La estación fría es particularmente preciosa en Budelli. Morandi pasa largas temporadas (hasta 20 días) sin contacto humano. Él encuentra consuelo en la callada introspección de su interior, y sólo necesita “conversar” con el aire y el mar. “Es como una prisión, pero una prisión que he elegido para mí.” Moranti pasa la mayoría del tiempo creando esculturas talladas en madera, leyendo ávidamente y reflexionando sobre los filósofos griegos y otros prodigios literarios. Toma fotografías de la isla, maravillándose de cómo cambia con el tiempo… Por otro lado comenta que nunca ha enfermado, lo que según él es debido a sus "buenos genes".
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