Los antiguos pueblos de Colombia adoraban a un hombre llamado Bochica que llegó a su tierra y enseñó a los nativos cómo plantar los cultivos, cómo confeccionar su ropa y cómo construir sus casas. Las leyendas acerca de Bochica aún continúan vivas entre los nativos colombianos. Llamado también Nemqueteva, Sadigua o Xué, que significa Sol, existen tantas similitudes entre Bochica y el dios serpiente Quetzalcóatl, venerado por los aztecas, que podemos asumir que se trataba del mismo individuo, quien pudo haber sido conocido bajo diversos nombres en las diferentes regiones de América del Sur.
Al igual que Quetzalcóatl, Bochica tenía la piel blanca, el pelo blanco y lucía una larga barba, también blanca. Llegó montado a caballo —animal entonces desconocido en América— y enseñó a los indígenas nuevos valores morales y otras tradiciones religiosas. Les dijo a los nativos que debían adorar al dios supremo Chiminigagua, explicándoles que había sido enviado por él con el mensaje de que debían amarse los unos a los otros, absteniéndose de hacer el mal (un mensaje que nos hace recordar al Jesús cristiano).
Bochica entró en contacto con la antigua civilización de los Muiscas. Los Muiscas son un pueblo indígena que ha habitado el altiplano cundiboyacense y el sur del departamento de Santander, en la actual República de Colombia, desde aproximadamente el siglo VI a. C. hasta la actualidad. Se dice que cuando Bochica se topó con los Muiscas los encontró en estado salvaje. Bochica los agrupó en pueblos y les dio leyes.
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Ilustración de Quetzalcóatl perteneciente al Códice Tovar. Biblioteca John Carter Brown, Rhode Island, Estados Unidos. (Public Domain)
La leyenda de Bochica
Cuenta la leyenda que en tiempos remotos, cuando todavía la Luna no acompañaba a la Tierra, en la actual meseta colombiana, vivía el pueblo Chibcha, una cultura mayor a la que pertenecían los Muiscas. Vivían en una tierra pródiga que, sin mucho esfuerzo, ofrecía dos cosechas al año. Los Chibchas se desarrollaron muy rápido, y pronto olvidaron a sus dioses: dejaron de trabajar, peleaban mucho entre sí y solo se ocupaban de sus propios placeres mundanos.
Observando la situación, Chia, la diosa de la noche, pidió que fuesen castigados severamente, pero Suá, el Sol, y Bachué, la Naturaleza, decidieron darles otra oportunidad. Ambos soplaron sobre la Tierra e hicieron que, en el vientre de una mujer pura y hermosa, esposa de un artesano, se engendrase una parte de su divinidad. Y así, de aquel soplo divino nació un niño al que llamaron Bochica, hijo del Cielo.
Bochica creció hasta convertirse en un dios civilizador de indígenas, muy parecido al primer Inca Manco Cápac y a Quetzalcóatl. Enseñó a los nativos a sembrar, a fabricar casas, a tejer algodón y fique, a cocer el barro modelando ollas, a construir redes para pescar en lagos y ríos, a fabricar arcos y flechas para cazar en los bosques y, al mismo tiempo, les dio el calendario, códigos de respeto y convivencia, y les enseñó a amar a los dioses. Cuando el pueblo empezó a vivir tranquilo, Bochica desapareció. Pero no pasó mucho tiempo antes de que los Chibchas volvieran a sus malas costumbres. Entonces, para castigarlos los dioses enviaron una sequía tremenda, y luego una gran inundación. Cuando las aguas descendieron de nivel, los pocos supervivientes vieron llegar entre la bruma que se levantaba al amanecer a un anciano de larga barba blanca que caminaba ayudándose con un bastón: era Bochica que, una vez más, volvía para ocuparse de su amado pueblo.
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Cuando las aguas descendieron de nivel, los pocos supervivientes vieron llegar entre la bruma a un anciano de larga barba que caminaba ayudándose con un bastón. (Imagen: Código Oculto)
Permaneciendo el resto de su vida junto a ellos, les regaló el fuego que secaba sus ropas, cocinaba sus alimentos y les calentaba durante la noche. Cuando sintió que se acercaba su muerte, Bochica se internó solo en la montaña…
Tras la muerte del dios ocurrió algo increíble: desde el monte comenzó a emanar un brillo tan profundo como el fuego que Bochica había entregado a sus hombres después del diluvio. Las piedras brillaban, pero no de color rojo, sino verdes como la selva y como el agua de la laguna: se trataba del alma de Bochica, cuya tumba se había transformado en un inmenso depósito de esmeraldas.
Bochica sentado en su trono (Código Oculto)
Esta es la historia de Bochica, un anciano de larga y blanca barba, de piel blanca y ojos azules, que visitó la región de América del Sur que hoy conocemos como Colombia hace cientos años, mucho antes de que los colonizadores llegasen, impartiendo todo tipo de conocimientos a los pueblos que allí habitaban. Aunque se trate de un mito, lo cierto es que en él se observan muchas similitudes con los mitos de otras civilizaciones contemporáneas en las que se tienen indicios de la presencia de «dioses»: unos seres con características físicas muy diferentes a las de los nativos de la zona. Unos «dioses» que para algunos podrían haber sido antiguos exploradores europeos y para otros antiguos extraterrestres que, en cualquier caso, alteraron la historia de los antiguos pueblos indígenas americanos.
Imagen de portada: Fotocomposición elaborada con dos fotografías de la estatua erigida en homenaje a Bochica y ubicada en Cuítiva, Colombia. (Código Oculto).
Autor: Código Oculto
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