El loro “kakapo”, de Nueva Zelanda, es un pájaro atípico: no vuela, se mueve muy despacio y a veces se siente sexualmente más atraído por los humanos que por su propia especie, por lo que no es de extrañar que hasta hace poco estuviera al borde de la extinción.
Gracias a un gran esfuerzo de décadas, el número de ejemplares de esta ave, una de las más raras del mundo, aumentó de unos 50 en los años 1990 a 126 este año.
El nombre del pájaro, de color verde y regordete, significa “loro nocturno” en maorí. Antaño fue uno de los más comunes de Nueva Zelanda, donde había pocos predadores terrestres antes de la llegada de los colonos europeos a comienzos del siglo XIX.
“Hay un relato de uno de los primeros exploradores, Charles Douglas, que dijo que eran tan numerosos que podías recogerlos de los árboles como si fueran manzanas”, cuenta Deirdre Vercoe Scott, jefa del programa de conservación del kakapo.
Vercoe Scott explica que el declive de la especie comenzó con la destrucción del hábitat por parte de los humanos y la introducción de plagas, así como de gatos y perros.
Los kakapos, unos pájaros nocturnos incapaces de volar, viven principalmente en tierra, aunque también son hábiles trepadores. Cuando se ven ante una amenaza, se quedan sin embargo paralizados, lo que los convierte en presas fáciles para los predadores.
Los machos, además, atraen a las hembras emitiendo un sonido gutural profundo, lo que los expone aún más a los cazadores.
El científico que encabeza el programa de conservación del kakapo, Ron Moorehouse, explica que con el envejecimiento de la población y el declive del número de ejemplares, el futuro de la especie parecía “condenado” en los años 1990.
Esta situación extrema suscitó un gran esfuerzo de conservación, que costó decenas de millones de dólares, con tal de salvar a este animal, descrito como entrañable y dotado de una gran personalidad por quienes lo han conocido.
“Pueden ser bastante gruñones”, asegura Sarah Kivi, guarda forestal. “Demuestran tener una gran personalidad, lo que supongo que no es el caso de muchos pájaros. Se ponen ahí y te miran, y te preguntas: ¿qué estará pensando?”.
Otro problema para la conservación del animal, que puede vivir hasta 90 años, es que sólo se reproduce en las temporadas en que dispone de fruta abundante de los árboles nativos.
Por si fuera poco, durante los programas de apareamiento, los kakapos macho encontraron a los guardas forestales más atractivos que las hembras de su especie.
Tanto es así que al principio del programa, los guardabosques llevaban unos cascos de plástico dotados de unos hoyuelos, en un intento -finalmente fallido- de recoger el esperma de los kakapos cada vez que estos intentaban aparearse dándoles envites en la cabeza.
El actor británico Stephen Fry comprobó el carácter “amoroso” de los kakapos al filmar su programa “Last Chance to See” en 2009, cuando un macho llamado Sirocco le echó el ojo al zoólogo Mark Carwardine y empezó a copular entusiasmado con su cuello.
El video, que Fry describió como “una de las cosas más divertidas” que había visto, está disponible en Youtube, donde ya ha sido visualizado más de cuatro millones de veces.
Vercoe Scott cuenta que la suerte del pájaro empezó a mejorar cuando fueron trasladados a dos islas remotas, limpias de plagas y fuera del alcance de los predadores.
“El mayor avance consistió en poner todos los pájaros juntos en islas libres de predadores, y comprender cómo se reproducen”, detalla.
Vercoe Scott añade que es muy improbable que el kakapo sobreviva en un medio silvestre al uso, por lo que sólo el programa de conservación puede mantener la especie en vida.
Pese a que figura aún como especie en peligro crítico de extinción, Moorehouse considera que la situación del pájaro ya no es tan dramática como antes.
“La tendencia es buena; estamos animados con eso”, dice.
“Con 126 pájaros, hay que manejar la genética con mucho cuidado, y eso es lo que estamos tratando de hacer, conservar la mayor diversidad genética posible en la población” de kakapos, añade.
“Los problemas no han terminado, pero vamos en la buena dirección”.
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