Nació el 13 de octubre de 1961 en la extinta Alemania comunista pero no desapareció con ella, sino que aumentó su presencia a raíz de la reunificación. El mítico hombrecito de los semáforos del Berlín oriental cumple 50 años, y lo hace convertido en adorado símbolo de la ciudad.
Y es que el “Ampelmann” es mucho más que una señal de tráfico. Es un atractivo clave de Berlín y un éxito de ventas sin igual. Casi ningún turista vuelve a casa sin haberse fotografiado junto a los semáforos berlineses o comprado un bolso, una taza o una toalla con la colorida figura.
Su creador, el fallecido psicólogo Karl Peglau, nunca pensó que el hombrecito verde que permite cruzar al peatón, o el rojo que le prohíbe el paso, fuera a convertirse en una personalidad de Berlín.
Corrían los años 50 y el tráfico aumentaba casi a diario en el Berlín oriental. Peglau trabajaba en el servicio de transportes de la República Democrática Alemana (RDA) y empezó a preocuparse por la suerte de los peatones.
La figura que creó tenía que ser la contraparte del muñequito surgido en 1957 en Berlín occidental. Pero más original y humano. Lo inventó en sus ratos libres, luchando contra numerosos reparos y trabas burocráticas: no podía tener la raya a un lado, por ejemplo, porque eso no era suficientemente antifascista. Ni rizos, porque resultaba muy sureuropeo, recordó su viuda Hildegard Peglau.
Después de años de buenos servicios, la presencia del muñeco peligró con la caída del Muro de Berlín. A partir de 1994 se fueron retirando numerosos semáforos orientales para sustituirlos por los occidentales.
Convertido en un objeto de culto por el diseñador Markus Heckhausen y ante la protesta popular, el “Ampelmann” volvió sin embargo a controlar las calles, ya no sólo del Berlín oriental, sino también de buena parte del occidental. Y poco a poco se fue extendiendo a otras ciudades alemanas.
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