Tras años de incógnita, gracias al análisis de ADN, un escritor junto con un especialista genético finalmente han descubierto la verdadera identidad del famoso Jack el Destripador: un inmigrante polaco llamado Aaron Kosminski.
La clave del descubrimiento es el tesón del escritor Russell Edwards, obsesionado con los crímenes cometidos a finales del siglo XIX y la suerte del destino. Tras comprar en 2007 un chaleco que pertenecía a una de las víctimas de Jack el Destripador, Catherine Eddowes, la segunda mujer asesinada en el distrito de Whitechapel, Edwards contactó con un experto genetista, el doctor Jari Louhelainen. Este consiguió extraer de la prenda el ADN de dos personas distintas gracias a que se había guardado durante años sin haber sido lavado previamente. Así pues, solo debía comparar el material genético del asesino con el de los sospechosos de la época para dar con el sanguinario asesino.
Evidentemente, todos los sospechosos están actualmente muertos por lo que el científico se las ingenió para dar con alguno de sus descendientes y realizar la comparación pertinente del ADN encontrado. Louhelainen consiguió ponerse en contacto con Matilda, una pariente británica de la hermana de Kosminski que comparte el ADN mitocondrial con el presunto asesino.
Tras el análisis genético el especialista comprobó que sus dos ADN coincidían en más de un 99%, un porcentaje que ascendió al 100% tras el segundo análisis. De hecho, según explicaba el propio Louhelainen al diario Daily Mail fue capaz incluso de “identificar la etnia y procedencia geográfica del ADN extraído, perteneciente al haplogrupo T1a1, común en las personas de etnia rusa y judía". Se confirmaba que Aaron Kosminski es el famoso Jack el Destripador.
Así era Kosmisnski
Kosminski era un peluquero polaco que, en 1888, cuando se produjeron los 5 brutales crímenes en el barrio londinense de Whitechapel, tenía 23 años. La policía de Londres le tenía entre ceja y ceja como uno de los principales sospechosos, pero no consiguieron reunir las suficientes pruebas para inculparle definitivamente. La ciencia no estaba tan evolucionada como en la actualidad y, salvo por un testigo que le situó en el escenario de uno de los crímenes, Kosminski estaba limpio.
Sin embargo Scotland Yard seguía con la mosca detrás de la oreja y le tuvo vigilado hasta que fue ingresado en un psiquiátrico. De hecho, según los documentos de la época, el sospechoso polaco era un “probable esquizofrénico paranoico con alucinaciones auditivas y propenso a masturbarse”.
Poco después, en 1891 Kosminski ingresaría en un psiquiátrico hasta el día de su muerte, en 1919, sin pisar una cárcel o ser juzgado por los crímenes que cometió.
El estudio realizado por Russell Edwards le ha llevado a escribir el libro "Naming Jack the Ripper"' (Identificando a Jack el Destripador'), donde se explica todo el procedimiento que ha seguido hasta encontrar la pista definitiva.
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